Full text: La olla grande

LA OLLA GRANDE 215 
tarse sus dueños los cascos ni hacer el menor esfuerzo! 
— Deje usted que chille esa turba de pordioseros, 
Carcoma de la sociedad, amigo don Teodoro, y no se 
Preocupe por lo que grite. Así ponga el grito en las 
Mubes, ni don Salvador dejará de gozar de su gloria... 
Mi yo de mi jugada, Ahora mismo voy a escribir a Ca- 
Ñizares dándole orden de que venda todo mi papel, y, 
“on lo que me produzca, le echo a mi casa un remiendo 
de órdago. ¿Está usted? Añádase a esto la subasta del 
anicomio Nacional de Móstoles, con la que nos queda- 
'emos seguramente, y después a salirse del Trust, a pa- 
gar a todo el mundo, a liquidar mi fortuna y a reti- 
tarme con lo que me quede, que siempre será lo bas- 
tante para que me produzca una renta de doce o quince 
Mil duros... Luego arreglaremos eso de Jacinta y de mi 
ljo, casaré a Clarita, quieras o no, con el primer hom- 
te honrado que la suerte me depare, a mi mujer la 
Meteré en cintura, quitándola de cofradías y hermanda- 
des, y me iré a acabar mis días, todo esto realizado, a mi 
Ica de Cáceres. Con su magnífica casa-palacio, su par- 
ue, sus bosques y la dehesa que la completa, bien vale 
“rca de un millón y en ella se puede pasar la vida 
Muy a gusto. ¿Está usted ? 
— Mi satisfacción será infinita si esos planes de 
Uted se llevan a feliz término; pero dando por supues- 
9 que salga a pedir de boca lo de Carlitos y hasta la 
Doda de la señorita Clara, ¿qué vamos a hacer de doña 
Wrificación García? ¿Piensa usted, y perdone que me 
ta en camisón de once varas, dejarla cuando se re- 
Ye de los negocios y se vaya a su finca de Cáceres? 
—j¡Dejar a una de las contadas personas que me
	        
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