LA OLLA GRANDE
Más lucrativos negocios de la Nación, de manera que,
“Uando se presente algo gordo donde se pueda hincar
el diente, sea él, con sus amigotes, quien se lo calce, a
despecho de sus congéneres los actuales privilegiados.
eron, pues, entrando en el recinto donde mi jefe fra-
SUa sus cábalas maquiavélicas los invitados a la reunión,
que luego de los naturales saludos, con aquello de: ¿cómo
viene París? ¡Los francos han subido medio entero! ¡Yo
NgO dinero para dobles!, jerga que se echan a la cara
Cstog hombres de negocios no bien se dan de narices, en
Vez de preguntar sencillamente por la salud de la seño-
ta y log niños, pasaron a un saloncito, en cuyo centro
abíamos colocado una gran mesa rodeada de sillones,
como si se fuera a celebrar allí un consejo de ministros
€ verdad.
h De lo que en este conciliábulo se trató no debo yo
o porque habiendo funcionado de secretario no
len que divulgue los secretos de aquellos peces
Srandes, cuyas miras iban encaminadas a merendarse
e chicos, como es natural y lógico, puesto que
ajo de los humildes ha de servir para que los
A STOsOS medren y lo sean más en toda tierra bien or-
Lada, Sólo diré que, tanto don Gesualdo Peraleda,
Stinguido ultramarino que compró por cuatro cuar-
te Po abonareses — así los nombraba él, — y luego
2. YO del Estado por todo su valor, como don Pablo
MIBTOS, el casi socio de mi jefe, que hizo un fortu-
COn aquellas famosas harinas averiadas, y el conde
: A el noble de nuevo cuño, proveedor de barcos
e e h y fusiles de baratillo — y no cito los nombres
S caballeros que al sanhedrín acudieron, porque
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