Full text: La olla grande

LA OLLA GRANDE s 51 
Que la viuda, revolviéndosele la sangre piconera que le 
bullía por el cuerpo, esperó en el pasillo de cierto teatro 
4 que su rival saliese, terminada la función, del palco 
Que ocupaba; en cuanto la vió a tiro de insulto la puso 
“omo un regalado trapo; la otra, como es consiguiente, 
NO se mordió la lengua en la réplica, y al fin ambas se 
igarraron del moño, yendo por el suelo cintas, flores y 
Prendidos. Las gentes que salían de los palcos y los acom- 
dañantes de las luchadoras lograron separarlas; pero el 
"ido del suceso cundió rápido, y los desocupados que 
Sstaban en el pórtico del teatro tributaron una ovación 
a la Puri, al cruzarle para tomar su coche, alta, aun- 
Jue desgreñada, la gentil cabeza. 
La viuda, de menos rejo que la otra, aguardó a que 
odo el mundo se marchase para escurrir el bulto; y el 
Atón del Bolarque, bien que se sintiera compasivo por 
08 chichones que le mostró su amiga, bien que quisiera 
“ortar lag bromas que a su costa circularon por la villa y 
“orto, apresuró el matrimonio con la de Jiménez Porro, 
asco de deudos y parientes, y extendió la licencia 
Oluta a aquella Puri, que para armar un zipizape se 
DMtaba sola. 
e la reclamo de las bofetadas exsció la fama de la 
Megos 3 a dulcificar su cesantía acudieron no pocos bo- 
5, todos de menos pujanza metálica que el anciano 
po por cuya razón fué la Puri reduciendo su tren, 
ado $ a tocar en la suma modestia, a no haber tro- 
Vejentono, las postrimerías del lujo fastuoso, con otro 
veedor o millonario que en la hora de ahora e "a el pro- 
bb Spléndido de su casa y caprichos, y a quien Paco 
Wtínez no arrendaba la ganancia, pues las sonrosadas
	        
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