CAPITULO V
ÓMO de entre mis manos te resbalas, ilusión, ape-
E nas nacida y ya muerta; a la mañana, verde, seca
a la tarde!... ¡Cómo se ha venido al suelo el castillo fa-
moso que fabricó mi mente!... ¡Tres días de reconcomi0
solo con mi dolor inmenso! ¡Tres días sin comer pan 2
manteles, huyendo del mundo y de su falsía, andando
como si me moviese impulsado no más que por la cuerda
que a la materia vil de mi cuerpo da el cumplimiento
automático del deber, sin ideas en el cerebro ni resortes
en la voluntad! ¡Tres días sin escribir una línea en es-
tas Memorias, que mostrarán a los venideros las an-
gustias y penas que pasó una persona, digna de haber
vivido en los tiempos dichosos en que cada cual ]leva-
ba el corazón en la mano, y el justo recibía el premio
de su virtud, y los hombres eran leales y las mujeres n0
ocultaban sus ideas bajo el velo hipócrita de una enga-
ñadora sonrisa!
¡Ah! ¡El golpe ha sido tremendo, colosal, algo comoó
una peña que se desprendiese de muy alta cima y Car
yese sobre mi alma, haciéndola añicos y pulverizándo-
la!... Por causa de tan formidable golpe hállome hueco
por dentro, al igual de otros muchos que lo están siem-
pre sin haber recibido golpe alguno; y por motivo de
tamaña desdicha se me escapó aquel equilibrado espíri-
]