LA OLLA GRANDE 79
Ve
corriente la punta de la nariz, porque Clarita que-
dóse aterrada, como si hubiese visto la cabeza de Medusa
antes de que el gentil Perseo la diera el golpe de gracia...
Entonces hice sobre mis sentidos el mayor esfuerzo que
habré de hacer en toda mi vida; entonces conocí lo que
Puede una voluntad firme, y entonces me mordí la len-
gua para que no soltara las sandeces que llevaba en la
Bunta; y el alma me hubiera mordido, a ser posible, para
Que la hija de Portales no se enterase de mi angustia...
¡Bien merecido tengo el desengaño por idiota, por pre-
Suntuoso, por vano!...
¿Para qué narrar cuanto me dijo Clarita y lo que
de mí pretendió y que irá saliendo en el decurso de esta
txactísima historia, si Dios me permite continuarla?
Baste saber que de la habitación de la joven me escapé
a. todo correr para meterme en la cama; tan caído, roto
y destrozado me vi.
Cómo pude llegar a mi casa, no lo sé. Únicamente re-
“uerdo que al bajar tambaleándome la escalera del ho-
tel, me tropecé con Carlitos, que subía tarareando una
canción indecorosa referente a cierta amasadora qui fatt
Maigrir les gros messieurs, y que trajo a mi memoria
aquella mujer providencial, que al par que pellizcaba las
“arnes de doña Cándida sugestionó mi pensamiento y
ahuyentó mis frases de pasión, con lo cual me hizo el
Mayor de los favores... ¡ Como que en seguida de recobrar
Mis cabales me propongo conocer a esa humilde artista
del estrujón suave y untuoso, para expresarla mi gra-
titud inmensa !