66 QUIEN NO VIÓ A SEVILLA...
espíritu siempre envidioso, avaro y egoísta; el pesimismo
es el desastre en todos los órdenes de la vida; por pesi-
mista perdió el Almirante Villeneuve la decisiva batalla
de Trafalgar, y por optimista, el insigne D. Juan de Aus-
tria, retratado en maravillosa obra por el ilustre P. Co-
loma, de pura cepa andaluza, libró a Europa, oprimida
angustiosamente por el poder otomano, en las aguas vic-
toriosas de Lepanto.
Los hijos de Sevilla, como todos los andaluces, son
optimistas y altruístas, y en toda su brillante historia,
esmaltada de grandes acciones, de prodigios geniales por
la patria, demostraron su generosidad sin límites, hasta el
sacrificio; estos rasgos psíquicos que distinguen al andaluz
lo impulsan hacia todo lo expansivo y grande, limitando
su amor local para poner los ojos del alma en la tota-
lidad de la patria; así que, en estas explosiones sentimen-
tales del regionalismo andante, tan de moda, en que las
provincias quieren engalanarse con las añejas costumbres
medioevales, resucitando fueros y privilegios, ayer aboli-
dos por el liberalismo ciegamente reformador, y hoy re-
clamados veleidosamente por el mismo liberalismo; mas no
aquel sano regionalismo de antaño, sino el tendencioso contra
la unidad de la patria, como el áspero y egoísta regio-
nalismo integral de Cataluña; en estos vaivenes y alga-
radas impulsivas y geniales, movidas, más que por el sano
juício o la aspiración de perfectibilidad social, por los apa-
sionamientos egoístas e irreflexivos de una política bullan-
guera y andariega como moza de partido, Andalucía no
pierde su sano juício; y siendo ella, y Sevilla su neta y
genuína representación, dechado, entre las demás provin-
cias, de riqueza ubérrima, arte esplendoroso y edén lleno
de encantos, sus amores fervientes no los consume en egoís-