MANUEL GÓMEZ ÍMAZ 69
esplendorosa; en el descubrimiento y colonización del Nuevo
Mundo, el más sensacional acontecimiento de la vida hu-
mana y de mayor influencia mundial, y en nuestra guerra
de la Independencia, decisiva para los destinos de la patria,
en estos dos profundos acontecimientos, los servicios de Se-
villa, ofrecidos a la patria, son insuperables, y casi toca
en lo maravilloso cuanto hizo para civilizar el medio mundo
descubierto.
Sevilla fué el hilo conductor de América por donde
recibió la civilización de nuestra patria; su grande cultura,
su habla castellana, la más rica y risueña; sus prestigios,
acatados de todo el mundo, y su poderosa voluntad, que
a la sazón hacían de España la única nación autorizada
para acometer la mayor empresa humana, realizó grandes
prodigios, viéndose, entre ellos, brotar en Sevilla breve-
mente, impetuosamente, todos los acerados resortes, todas
las virtudes, todos los recursos del valor e ingenio de nuestra
raza; y el lucrativo comercio esparcido por todo el mundo,
la opulenta industria, las artes bellas y la amena litera-
tura, todo surgió en brevedad fantástica, con frondosidad
admirable, para conducir al nuevo hemisferio descubierto
el alma española por mano de los andaluces, con prio-
ridad intensiva sevillana; y toda la cultura elaborada en
largos siglos por la espiritualidad de nuestra raza, de la
que surgirían en lo futuro nuevas y numerosas naciones,
era conducida en naves elegantísimas, construídas en las
famosas Atarazanas de nuestra ciudad, artísticamente em-
bellecidas con polícromas tallas, atrevidos relieves escul-
turales y ricos dorados, que fulguraban señorilmente sobre
la púrpura de sus empavesadas; aquellas fantásticas naves,
dueñas y señoras del mar, que ninguna nación le disputaba,
parecían afiligranados relicarios, en cuyo seno conducían