166 QUIEN NO VIÓ A SEVILLA...
la eminencia, valor y estimación que él»; y terminó ha-
ciendo constar que él pedía a Dios «que este tiempo se
mude en otro mejor, en que alcance la justicia que hoy
se le niega», y que para entonces apelaba ante Su San-
tidad de todos los proveídos que se habían dictado en
su contra.
Otro día, anciano ya, casi octogenario el inmortal
escultor, arrecia la persecución de los artistas, de la que
nunca se vió libre en el transcurso de su vida, y se le
conmina con la pena de excomunión mayor, a propósito
de la hechura del famosísimo retablo de la iglesia de San
Miguel de Jerez de la Frontera; otra vez acude a la fe
de escribano público para levantar acta de protesta, y en
ella dice «que el Provisor D. Pedro Angulo Saravia le
habia dado a entender que compusiese el pleito promo-
vido contra él porque de otra suerte tendria mal suceso
por lo que viendose con un pleito eclesiastico y con di-
laciones tan grandes a cabo de tantos años que esta sin
su dinero y con muchos empeños y deudas para acabar
dicho retablo acepta la menguada cantidad que se le ofrece
contra toda su voluntad y solo por el recelo de vejacion
y amenaza que se le hace y no atreverse a contradecir
a su merced el Sr Provisor pero se reserva su derecho
para mejor tiempo y protesta una dos y tres veces ante
la fe del escribano».
Este, y no otro, es el recurso que le quedaba y del
que se valía cada vez que era víctima de las conjuras
que contra él se tramaban con gran frecuencia, y que, por
desgracia del eminente escultor, llegaban muchas veces hasta
la cámara arzobispal. Protesta mesurada, respetuosa, y re-
serva de su derecho para tiempos mejores, que, desgracia-
damente, no llegaron para el eximio artista, porque murió
A