216 QUIEN NO VIÓ A SEVILLA...
el ángulo del Evangelio con muy solemne pausa, tremola
victorioso el Estandarte, que se rinde hasta el suelo, para
seguir altivo su marcha venturosa hasta el costado mismo
de la Epístola, do de nuevo se rinde, mientras que canta
el coro esta postrera estrofa:
<A Té, Trinidad Santa, fuente de gracia eterna, ala-
be todo espiritu; concede el galardón y recompensa a los
que participan del triunfo de la Cruz sacrosanta».
La Cruz del Redentor levantó al hombre caído por
la culpa; la humanidad entera, iluminada por los fulgores
de la luz que brota del madero bendito, puede segura ca-
minar bajo su protectora egida; simbolismo encerrado en
la postrera ceremonia de esta santa ostensión.
A
Cinco veces tan sólo cada año se practica esta con-
movedora ceremonia, recordándose con la ostensión de la
Seña en las Vísperas primeras y segundas de los Domin-
gos de Pasión y de Ramos, y en las segundas del Miér-
coles Santo, las principales llagas do brotara la sangre ge-
nerosa que destruyó a la muerte y al pecado.
La Semana Mayor.—Con venerandos vestigios del rito
Isidoriano o Hispalense celebra nuestra Iglesia Mayor los
siempre conmovedores Oficios de la Semana Santa.
El clero catedralicio y el Cabildo, presididos por el
Prelado, que ejerce sus funciones de Pontífice, rodean la
Catedral en la solemne procesión de la mañana del Do-
mingo de Ramos, mezclada de tristeza y de alegría, lle-
vando todos palmas benditas, que rememoran los ramos
que el entusiasmo de Jerusalén arrojó al paso del Salvador,
A
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