250 QUIEN NO VIÓ A SEVILLA...
capataz de esta hacienda una gallina perdida, que se había
entrado por un agujero hecho con su pico en una de las
paredes, fueron descubiertas esta sagrada imagen del Señor
y la cabeza del Apóstol San Pedro, ocultas en dicho lugar
más de mil años, desde el tiempo que entraron log moros
en España». Y agrega que el olivo que aún luce sus ver-
dores enraizado en el mismo muro, alimentó durante todo
el tiempo, con el aceite de sus frutos, las lámparas que
ardían en el hueco del lienzo de muralla, dando piadosa
compaña al Redentor.
Colocóse a la imagen en el lugar preferente del ora-
torio de la hacienda, comenzó la fama a pregonar los
portentos y milagros que hacía y la gente fervorosa a acu-
dir al Santuario en busca de alivio a sus tribulaciones
y necesidades, haciéndose tradicional la romería que en el
mes del Rosario, desde entonces, se celebra,
Todo el Aljarafe se despuebla para acudir al acto de
fe y de alegría; de todos los pueblos del contorno acude
la gente; los unos cargados con sus pesares, los otros en
fiesta de la juventud. Y de Sevilla, todo el mocerío san-
dunguero y jacarandoso.
Llevan los penitentes a caballo, en coches y en carros
y carretas, engalanados con sábanas blancas, mimbres del
río, vistosos lazos de seda y guirnaldas de flores de papel.
Las morenas mujeres repiquetean los palillos, tocan
palmas, golpean las panderas y cantan:
«La carreta del Cano
va pa Torrijos,
ha subido la cuesta,
no s'ha caído,
¡Viva mi carro,
c'ha subido la cuesta,
no s'ha volcado!»