LUÍS MONTOTO 35
la librería de Durán, que logró mucho provecho, llegando,
cuando menos lo esperaba, porque así ordena Dios las
leyes de la existencia, a rendir su vida en su ciudad natal
y en los brazos de su hermano, quien falleció ha poco.
—Dijo usted que en la imprenta establecida en el que
fué convento de Pasión se estampaba el diario El Sevillano...
No sería el único que dieron a luz las prensas serpentinas.
—pDesde 1837 hasta hoy, si mi cuenta no falla, se
imprimieron cuarenta y ocho. Sólo de la imprenta de
Ariza salieron dieciseis. Trataron de política, artes, letras,
industrias, agricultura, comercio, filatelia, espiritismo y toros.
—Para tantos periódicos habría muchos periodistas.
—Como los caballeros de Bornos: buenos, pero po-
cos. Entre los de mayor renombre, a quienes conocí, cuente
usted a Teodomiro Fernández, ingenioso y de muy buen
humor, alma de WI Porvenir; Velázquez y Sánchez, Tu-
bino, Zarzuela, talentoso y muy elocuente; Guichot, Ti-
rado, Mariano Caso y Juan Manuel Villén, que, pobre y
desamparado, fué a morir en la cama de un hospital. En
días no tan lejanos lucieron en el periodismo hispalense
Francisco Orellana, más político que escritor; Antonio Fe-
ria, obrero infatigable, en La Andalucía; Federico Bar-
bado, el laborioso Aznar, Segovia, alma de La Andalucía
Moderna; Rodríguez La Orden, el abogado de las clases
menesterosas; Gironés, mantenedor de El Alabardero; Díaz
Martín, modesto e inteligente, apasionado de la literatura
Popular, cuyo sentido recogía para infiltrarlo en sus libros,
y Lorenzo Leal, que mal vivía de su pluma, acerada y
punzante; joven infortunado que halló horrorosa muerte
cuando comenzaba a lucir con luz propia y veía alejarse
las nubes que entenebrecieron su adolescencia. Iba el pe-
riódico sevillano a la zaga del madrileño, encerrado en