—Sí..., no...; sólo dijo un par de palabras.
—e¿ Y qué la dijo?
-—Ya no lo sé,
—«¿La llamó a usted por su nombre?
—Ya les he dicho que yo no le conocía.
——¿La amenazó a usted? ,
—-No; nada de eso.
—-Pues entonces no comprendo por qué se asustó
usted tanto para gritar a voz en cuello como lo hizo.
La joven buscaba una contestación, mirando en
torno suyo como avergonzada.
En aquel momento, se abrió la puerta y entró un
caballero esbelto y bien vestido. Le hizo una reve-
rencia con la cabeza al jefe, quien contestó con una
sonrisa. Los demás policías saludaron con muestras
de gran respeto. El recién llegado tomó asiento en
una silla próxima a la puerta.
El jefe prosiguió el interrogatorio.
—Conteste usted con franqueza y lealtad. ¿No
tratará usted de ocultarnos alguna cosa? ¿Puede
hacernos un retrato de aquel hombre? ¿Sabe usted
cómo iba vestido?
——Creo recordarlo: llevaba traje negro, y, si no
me equivoco, cubría su cabeza una gorra de piel.
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