Full text: El puño

e 
A 
«—¡Atrévase a tocarla!-—exclamo. 
—Será detenida como cómplice—-dijo Krag—. 
Ya hace tiempo que sospechamos de ella. Así, pues, 
considere a lo que se expone usted mismo y los otros. 
—Y, en su opinión, ¿qué debo hacer ?—preguntó 
el hombre en son de burla, 
—Le doy a usted mi palabra de honor que no 
intentaré nada durante una hora contra. usted si me 
entrega el arma que tiene en la mano. 
—¿Y yo? 
-—Durante esa hora puede usted hacer lo que le 
plazca. 
—«¿Puedo abandonar la casa en compañía de la 
joven dama sin que nadie lo estorbe? 
Krag reflexionó un instante, y respondió: 
—No; eso no puede ser. No se le consiente salir 
de esta casa. Por lo demás, puede hacer usted lo 
que quiera. 
—«¿De modo que me precipita a la muerte? 
Krag se encogió de hombros; se encontraba en 
una terrible tensión nerviosa. No obstante, compren- 
día que mediante su actitud serena comenzaba a ga- 
nar terreno, 
-—Sería ridículo en mí que yo otorgara a su pro- 
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