siguió las huellas que salían del jardín, bien marca-
das en la tierra húmeda; así avanzó un trecho en la
calle, diciéndole luego al guardia:
— Tengo que marcharme. Cuando el jefe venga
con los policías dígale que yo volveré, que me es-
pere aquí. Ha de guardar todas las salidas del jar-
dín a la calle, de modo que no pueda salir ni un
j alma..., ni un perro siquiera... ¿Me oye? Que el
7 jefe entre en la villa y retenga en la casa a cuantos
en ella se encuentren; pero que no prenda a nadie.
4 ¿Me ha comprendido bien?
—Si—contestó el guardia—; le he comprendido.
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