Full text: El puño

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—«¿ Y qué descubrió él allí? 
—No lo sé. Se inclinó hacia el suelo, y con toda 
una caja de cerillas encendida, se alumbró para ver- 
lo mejor. Después se irguió de pronto y se fué a 
lento paso, doblando la esquina. Pero no dejaba de 
mirar sus botas. 
—¿Sus botas? ¿Está usted en su juicio? Lo que 
es que había dado con una huella, que él siguió. 
El jefe se volvió a la habitación, murmurando : 
—Al parecer, tendremos que esperarle largo rato. 
La joven iba y venía en la habitación con febril 
impaciencia. Oyó las últimas palabras del jefe y dijo 
con sonrisa extraña: 
—Sí, acaso tengan que esperar ustedes demasiado 
tiempo. 
El jefe la miró, y de pronto sintió un estremecl- 
miento, replicando con severidad : 
—Si le pasa algo a Asbjórn Krag, sea lo que sea, 
será vengado. 
—«¿Acaso cree usted que va a tener que vengar 
alguna cosa?—interrogó la dama, excitada—. ¿O 
es que pretende usted caer sobre una joven indefen- 
sa con la fuerza de la Policía que le acompaña? 
El jefe no la contestó; sin embargo, su preocupa- 
ción por lo que pudiera pasarle a Krag fué en au- 
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