con la jarra de la leche no le he vuelto a ver, lo que
considero muy extraño. Tengo cierto presentemien-
to también de que estas revelaciones mías pueden ser
de grande importancia para la Policía.
—Dice usted bien—repuso Krag—; sus manifes-
taciones son de una importancia extraordinaria para
nosotros. Todavía quisiera hacerle a usted algunas
preguntas: ¿recibía el señor Brandt muchas cartas?
—No; ninguna. En mi domicilio no recibió él car-
ta ni telegrama alguno. "Tampoco preguntó por él
nadie allí. En cambio, él escribía muchas cartas. To-
das las noches llevaba él mismo al correo tres o
cuatro.
—¿En qué se ocupaba? ¿No tenía ninguna vo-
cación determinada ?
—Que yo sepa, no tenía ocupación ninguna fija.
Cuando no escribía cartas se paseaba en su habita-
ción de un lado a otro; hora tras hora, percibíamos
nosotros su paso grave en el cuarto, como si sólo
aguardase a que sobreviniera la noche.
—¿Pagaba puntualmente?
—Al instante; y siempre disponía de mucho di-
nero.
— Otra pregunta: la noche aquélla en que desapa-
reció, ¿llevaba, al salir, su bastón de puño de marfil ?
21