otros dos policías, y juntos efectuaron la inspección
de la casa indicada. Al fin consiguieron dar con la
bodega, en la que estaba oculto el pillastre. Al avan-
zar hacia él, pegó éste un salto, acompañado de un
grito, y a la luz de una lámpara de bolsillo vieron
que había sacado un afilado cuchillo. Este le fué
arrebatado, y se tramó un cuerpo a cuerpo terrible,
que terminó por la derrota de aquel hombre...”
El guardia no había tenido tiempo de escribir más.
Krag le interrogó si conocía a la persona que ha-
bía delatado al pillastre.
—No—contestó el guardia—, no la conozco.
Fué un hombre bajo de estatura, todavía bastante
joven.
—«¿Iba bien vestido?
-—No; más bien estaba mal trajeado.
Krag se llegó al esposado, se colocó delante de
él y le dijo:
—¡Pobre hombre! ¿Conque te han traicionado?
El detenido miró extrañado a Krag, murmurando:
—Sí, me han traicionado. Pero yo me vengaré.
—Haces bien—prosiguió Krag—; hasta entre
las gentes de tu calaña debe reinar el compañerismo.
El otro sonrió, y dijo:
yA