Full text: El puño

o 
— Tampoco lo necesita. ¡Piense tan sólo en la 
orden que ha recibido usted! 
—Bien. 
— Así, pues, usted cierra los ojos cuando el pri- 
sionero salte del coche, y siga su camino, como si 
nada ocurriera, hasta llegar a la otra prisión. 
—«¿ Y qué he de decir al llegar allí? 
—Diga únicamente que el prisionero ha tenido 
que fugarse al no hallarse en el coche. 
El vigilante volvió a reír, diciendo: 
— Y entonces me despedirán. 
—Viva usted tranquilo; confíe en mí. Venga us- 
ted, que no tenemos tiempo que perder. 
Mientras el detective volvía con el vigilante a la 
celda, manifestó éste: 
—Anda, que si no fuera ústed, señor Krag. 
—¿ Qué? 
—¿Qué? Le prendería. Pero como es usted, ten- 
go que obedecer, porque algún plan va a ejecutar 
usted con eso. Sin embargo, permítame le diga que 
Jamás he intervenido en la representación de una co- 
media por el estilo, y llevo ya veinte años en la 
Policía. 
Cuando el penado quedó dentro del coche, Krag 
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