En vez de contestar, el fugitivo sacó un puñado
de monedas de plata que el desconocido misterioso
le había metido en el bolsillo mientras iba en el
tranvía.
-—Hace muchos años que no he visto tanto dine-
ro junto—dijo el otro.
—¿Cuántos años hace?— interrogó el fugitivo,
haciendo un guiño significativo.
—Doce.
—«¿De modo que por asesinato?
El penado no respondió; levantó el vaso, apuró su
contenido y preguntó:
——¿Cómo te llamas?
-Yens. ¿Y tú?
——Apenas que pueda interesarte mi nombre. Soy
un desgraciado anónimo.
-— Tu aspecto es el de una persona que ha conocido
mejores tiempos.
—Sí, los he conocido. Pero hace muchos, mu-
chos años.
Siguióse el silencio entre ellos.
De súbito el penado se echó hacia adelante sobre
la mesa, y dijo con voz completamente cambiada:
— Eres mozo de valía.
Yens se le quedó mirando fijamente, mudo de es-
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