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la isla, el resto de animales domesticados.
Cual el Pediculus vestimenti a la ropa del
indio, y el capitis a su pelo, es el conejo
a su cocina. Estos animales excesiva-
mente reproductivos hacen la permanencia
en un lugar de cocinar desesperadamente
alegre para el visitante no acostumbrado.
El sueño en semejante lugar con roedores
de colores variados y sin cola, que se mue-
ven continuamente y hacen rechinar sus
dientes, es imposible, a no ser que uno es-
té extraordinariamente cansado.
Aunque hay abundancia de aves sil-
vestres, incluso patos, en y al rededor de
la isla de Tititicaca, el indio no aprovecha
de esta ventaja como abastecimiento de
'arne; pero con frecuencia busca los hue-
vos. La yema es verde y el gusto es deci-
didamente de pescado y desagradable; pe-
ro el indio se deleita con semejante ali-
mento. Es principalmente en las peque-
ñas islas, cerca de la extremidad Nor-Oes-
te de Titicaca, que se espacian miles de
aves, y allí va el indio en su balsa, regre-
sando a veces con un cargamento de hue-
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