Si se hace el viaje en invierno, cuan-
do los días son serenos y claros, entonces
la vista es distinta. La apacible sábana
de agua se extiende en azul relumbrante,
atravesada aquí y acullá por fajas de ver-
de esmeralda. Un cielo de belleza incom-
parable cubre el firmamento. Ningún ce-
firillo perturba el espejismo de las aguas.
Apenas se distinguen los principales pue-
blos sobre las playas peruanas suavemente
inclinadas; llave, en cuya vecindod se des-
cubrió una estatua humana de piedra a
principios del siglo diez y siete, '* y Poma-
ta, donde se retiraron los domínicos (los
primeros misionarios de estas secciones)
después de habérseles arrebatado injusta-
mente las misiones desde Chucuito hasta
Copacabana; Juli, *% oculto por su promon-
torio de gris y verde pálido. Y En lonta-
nanza aparecen algunos de los nevados
que separan la región del lago de la cade-
na volcánica arriba de Moquegua—el Ua-
ballani, Huilzazonga, y otros. Aparecen
como manchas de nieve perpetua que se
destacan entre cadenas áridas. sa parte