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dra de color obscuro, que se empleaban
para la brujería maligna. Aquí termina-
ron nuestras averiguaciones, pues Mama
ni negó tener conocimientos del “arte ne-
gro
Obtuvimos, sin embargo, una infor
mación indirecta de otro modo. Unami-
so nuestro, el padre franciscano Juan Ma
riscal,en un) de sus intrépidos viajes entre
los entonces rebeldes indios de la frontera
peruana, vió to.lo el arsenal de herramien
tas para la brujería, que trató de conseguir
para nosotros, pero el dueño rehusó entre-
garlos. A nuestro amigo apenas se le per-
mitió el ver esos objetos. Notó, sin em-
bargo, figuras humanas y otros objetos de
madera, y piedra, y también de trapos, pe-
ro no se le dejó examinarlos de cerca, tan
luego como el individuo que los custodia-
ba comprendió las intenciones del fraile.
En la hacienda de Ousijata, a corta distan-
cia de Copacabana, se encontraron una por-
ción de objetos para brujería maligna, an-
tes de nuestro arribo a Bolivia. Uno de
los medi0s principales para lastimar mor-