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infrecuente en el lago, y viene general-
mente acompañado por la presencia de |
cirro-stratus largos y delicados encima del
horizonte meridional, que se vuelven rojo
intensos, antes de principiar el juego rosá-
ceo en la Cordillera. Vimos, sin embar- l
go, la llama alpina admirablemente bella,
cuando no había ni siquiera una nubecl-
lla en el cielo, *
El viajero ilustrado no puede dejar
de quedar hondamente impresionado por
]
la hermosura majestuosa de estas monta-
ñas, tan colosales en altura, que el retrato
de la cadena de Sorata se refleja claramen-
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te en las aguas del Lago.** Al indio, sin
embargo, no le impresionan los espectácu-
los de la naturaleza; acostumbrado a de
pender de sus necesidades, esperanzas y
temores,
El indio aymara llama a cada neva-
do, ““achachila”; es decir, “abuelo”. Apli-
can esta denominación a toda figura pro- |
minente; sin embargo, la importancia del
achachila no siempre está en proporción
al tamaño. Estando en las faldas del llli-