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sente barridas del campo ganado por la
civilización moderna.
La familia Bandelier fijó su residencia
en un villorio llamado Highland, del Esta-
do de Illinois, en cuyas cercanías había
adquirido el padre de nuestro biografiado
una finca. Las condiciones del lugar, sin
establecimiento alguno de enseñanza para
el niño, tenían que privar a éste de todo
medio de instrucción. Así, pues, el esta-
do semi-salvaje de esa región, debía influir
en la educación del niño de un modo nada
propicio para el desarrollo de su Inteligen-
cia: ocupábalo, por consiguiente, el padre
en las faenas del campo, durante el día; y
solamente, en las veladas de la noche,
podía dedicarse a una limitada lectura de
los muy pocos libros en alemán y en fran-
cés que consigo llevara la familia emigrada
de Europa. Como era de esperarse, el
niño muy pronto aprendió la lengua ingle-
sa. A la edad de 9 años éste había olvida-
do los juegos de la niñez; pues carecía de
Otros compañeros con quienes dar libre
expansión al esparcimiento propio de su
edad. La madre, con el delicado senti-
miento de la mujer y con el entrañable
cariño que le consagraba, era la única que