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En esto ayudáronle sus buenas relacio-
nes en Méjico y el apoyo sincero y activo
de su padrino, don Joaquín García Icazbal-
ceta, célebre historiógrafo mejicano, espa-
ñol de nacimiento. A la vez que el ame-
ricanista que acabamos de citar, fué favo-
recido eficazmente por sus amigos: don José
María Vigil, Director de la Biblioteca
Nacional Mexicana; y don Alfredo Chave-
ro, ex-presidente del Congreso.
El ilustre amigo de Mr. Bandelier,
Morgan, aunque poco práctico en la lengua
castellana, abrigaba la convicción intuitiva
de que si, los autores españoles que escrl-
bieron sobre los indios americanos fuesen
estudiados bajo el punto de vista de los
conocimientos etnológicos modernos, se
encontrarían sus aseveraciones en armonía
con los descubrimientos de la época en que
vivimos, y que de tal estudio resultaría una
etnología americana moderna, depurada de
las exageraciones y de los errores corrien-
tes. Tan sabio y juicioso consejo sirvió a
Mr. Bandelier de guía segura, animándole
a tomar monográficamente algunas de las
fases de la vida social antigua de uno u
otro de los pueblos americanos que más
adelantado pareciera, y examinólos con el