Full text: Las islas de Titicaca y Koati

— XXXV — 
que convergen en este valle, así como a lo 
largo de las orillas del mar, donde se pre- 
sentan vestigios de primitivas habitaciones 
de los aborígenes. Con todo, se vé que la 
información documentaria señala y marca 
de manera visible, que aquí, como en otros 
lugares, el número de ruinas es una indica- 
ción de la succesiva y no contemporánea 
ocupación. Al tiempo de la llegada de los 
españoles, las más extensas ruinas de la 
costa peruana estaban sea completamente 
o, por lo menos, parcialmente abandonadas. 
Esto es evidente en el caso de las llamadas 
de Cajamarquilla (cuyo nombre aborí- 
gen ya no es posible investigar) cuyo 
lugar no solo fué dejado en absoluta sole- 
dad, sino que hasta quedó en el olvido en 
los comienzos del décimo sexto siglo. 
Irma (o, cual se le llamaba, Pachacamac) 
estaba arruinado en parte en 1532, y Chan- 
chan, cerca de Trujillo, al parecer el recin- 
to más extenso de ruinas en la América del 
Sur, había quedado reducido a modesto 
villorio a la llegada de Pizarro, conocién- 
dose tal sitio con el nombre de Mansiche, a 
una milla más lejos. 
Las expediciones de los Incas, que con 
tanto tesón fueron repetidas contra las tri-
	        
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