ticado, tiene tales montículos altos artificiales en cuanto abarca su área; al-
gunos de óstos muestran vestigios de menores construcciones en la cúspide
ó en los costados, mientras q? otros han llegado á tal estado de destrucción,
á punto que ya no es posible determinar dónde se levantaban edificios de
cualquiera género. En el valle del Rimac y en aquellos lugares del de
'rujillo y de Chicama donde la plataforma artificial ó los reductos con
plataforma se presentan caracterizando un tipo, el estudio de su estructu-
ra era frecuentemente posible. Mr. Henry Bruening, uno de los amigos
de Bundelier, á la vez que colaborador (hoy de regreso á Alemania), tuvo
ála vista varias de estas construcciónes perforadas hasta el fondo confor-
me 4 la indicación de Bandelier, y la masa probaba invariablemente, cual
se habia notado en la hacienda de Lince, de Lima, y en otras partes, que
ello se componía de un tejido de paredes de adobe, que formában á la vis-
ta nomerosas cámaras, pero que en la realidad estaban del todo rellenadas
eon tierra y cascajo, consultando la mayor ó menor conveniencia de uno ú
otro material.
«El interior generalmente es de arena, y la tierra menuda era esco-
gida de manera 4 hacer el suelo más á propósito para el cultivo y despues
usábase para solidificar las bases sobre las cuales los indios edificaban sus
moradas. Al rededor de los muros de adobes rellenados con tierra Ó gre-
da, una capa de adobes, por decirlo así, de mayor Ó menor espesor, era
construída, colocando tal cubierta ó capa de manera á formar un plano
inclinado, lo que daba al paralelo un remate en punta en su estremidad.
Este modo de constucción (que asi mismo dá una explicación á los mon-
tículos artificiales con espacios d cámaras interiores en el valle de Gila, Ari-
zona, considerados como casas de varios pisos, cuando se les descubrió por
primera vez), así como el mucho espesor de los muros, 4 no dudarlo deben
su orígen á la frecuencia y recios socudimientos de los temblores de tierra
de la costa del Perú.
«En el mismo centro de tales montículos cuado han sido prolija-
mente excavados ó removidos, se han observado rasgos que recuerdan de
manera irreplicable la costumbre de los indios «lel Nuevo Méjico, de dar 4
cada objeto inahiimado su cora ) A veces columnas redondas forma-
ban algo como'un nicho interior; en otras, una cámara ó espacio reducido
] vo muy notable y de
S
contenía urnas Ó jarras con granos de malz. Un ra
í
mucha significación fué observado por el explorador en un parapeto casi
en tuina de Chanchan. El corazón de esta construcción, cuando se le
puso á des 'ubierto, mostraba dos bien conservados altares de adobe. En
artimientos interiores encuéntranse figuritas de metal, de arci-
estos com]
Iempre. Los má
Ha, ó de madera, y esto casi hallazgos que en
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esta materia se han hecho en las 1
11as del Perú, imeros tiempos,
provenfan del «corazón» de una ú otra de estas construcciones elevadas ya
descritas.
«El tamaño de algunos de estos montículos es de dimensión descomu-
tala el parapeto de Cholula,
nal. Mn periferia posib e ninguno de ellos
pero Varios se aproximan 2 6ste en cuanto 4 la altura. Las mayores en
anchura de estas construcciones son las conocidas con el nombre Huaca