PREFERENCIAS MENTALES EN EL HABLA 125
presentaciones, se trata de un más y de un menos; pero en un
sentido cualitativo, como vamos a ver.
En un viaje de observación — varias semanas — por los
campos vecinos al Azul (provincia de Buenos Aires), me lla-
mó la atención que los paisanos no dijeran nunca mi caballo,
me fuí a caballo, ensilló su caballo y análogos, sino que siem-
pre, sin que yo pudiera advertir una sola excepción, consigna-
ban qué pelaje tenía aquel caballo. Luego lo quise comprobar
en los autores de temas gauchescos. Y es como una ley. Por
no ejempiificar con todos, elijamos a uno de los que con mayor
acierto y sinceridad han representado la modalidad gaucha, nues-
tro primer novelista de hoy, Benito Lynch, y con ejemplos de
una sola de sus novelas breves (o cuentos largos, más bien):
Raquela. “Mi picazo, o mejor dicho, el picazo overo de Ernesto
que yo montaba...” “Domingo elásticamente montado en su ma-
lacara grandote...” “El gaucho sofrenó al malacara y lo puso
al tranco.” “Todo el día sabe andar (dice Domingo) galopiando
por el campo, en una yegua alazana que parece una pintura.” “...y
aplicando dos sonoros lonjazos a su manchado, echó por el bajo
a gran galope.” “El picazo iba floreándose a su gusto...”
“...aguardaba impaciente que le ensillasen su gran tostado roa-
no...” “,..en un gateado overo...” “Ví que uno de ellos, un
tordillo panzón, tenía el pelo soflamado del lao del lazo y que
a otro, un malacara pampa, le comenzaba a arder la bajera,” No
hacen falta más ejemplos. En su mayoría, Lynch los pone en bo-
ca del protagonista, que es un literato de Buenos Aires en tempo-
rada de campo. El hábito mental del paisano de pensar el ca-
bailo por representaciones es en mucho compartido por los por-
teños que por su tradición familiar o por sus intereses tengan
algo que ver con el campo. No lo deduzco de la literatura de
Lynch, sino que cualquiera lo puede comprobar si habla con ellos.
¿Qué podrá significar en el pensamiento del paisano esa ne-
cesidad que siente de decir el pelaje del caballo? Significa que el
gaucho no se satisface con hacer una referencia intencional al caba-
llo cuando piensa en él y habla de él ; no le basta su concepto lógico
sino que necesita su representación. No lo piensa sólo con la ra-
zón, sino también con la fantasía. Y esto no por azar, ni por ca-
pricho, ni por no sé que fatalidad, sino porque la fantasía se ve