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NOSOTROS
rio, ese enfocamiento y principio de subordinación, es cerrada-
mente utilitario y económico, como es el del paisano frente a
las hierbas del campo.
¿No nos ha de alarmar, por la significación que con esto
cobra, la gran indigencia léxica que el argentino-masa de la ca-
pital padece en todos los aspectos de la vida? Léxico empobre-
cido es forma interior de lenguaje raquítica, pensamiento indi-
ferenciado, objetos indistintos. Cuando he señalado en el ensayo
primero, el alarmante empobrecimiento idiomático del porteño
medio, no cabía escape a la vanidad de arghir que hombre de
pocas palabras suele acusar entereza y seriedad de carácter. Eso
es cosa aparte. En sus contadas palabras un hombre puede mos-
trar una extraordinaria riqueza idiomática, porque valiendo, en
último término, la significación de cada palabra según su engan-
che con las demás del sistema, la riqueza está en la virtualidad
de ese sistema y repertorio que el hombre parco de hablar pue-
de tener bien alerta en su cabeza. Un gaucho posee su excepcio-
nal riqueza idiomática en cuanto a los pelajes, por más que sea
silencioso; porque si sólo una vez despliega sus labios para de-
sir bayo, el concepto y la representación correspondientes tie-
nen una precisión y nitidez garantizadas y contrastadas por to-
dos los restantes nombres de pelajes que él tiene en su mente
y que al quedar excluídos determinan la significación de bayo con
entera exactitud. Pero en Buenos Aires no se trata de que el hom-
bre-masa habla poco, sino de que, cuando habra, sus palabras ha-
cen referencia a un sistema idiomático lamentablemente empobre-
cido. La riqueza idiomática, en lo referente al léxico, no consiste
precisamente en la abundancia de palabras que se emplean, pues
muy bien puede ser pobre la lengua de un autor de cien volúme-
nes, sino en la abundancia y ordenación interior de las palabras
que se tienen calladas y que gravitan sobre cada una de las pro-
nunciadas.
AMADO ALONSO.