EL CULTO DE LA SENSACION 141
su fracaso. Abrió el Gran Libro del Recuerdo, de los Actos Pa-
sados, de las Actitudes Ancestrales...
¿El resultado?; se perdió la ilusión de una cultura europea
sabia y bondadosa. La guerra demostró la incapacidad del cono-
cimiento para salvar lo que fuese, La ciencia, herida mortalmente
en sus ambiciones éticas, vióse deshonrada por la crueldad de sus
aplicaciones. Rengo y ridículo apareció el Idealismo, responsable
de sus ensueños tan cruelmente buriados por un Realismo que
también salió odiado y encorvado bajo el peso de sus crímenes,
Todos sintieron un vértigo horrible apoderarse de sus razones
nuevas; hasta los escépticos perdieron los estribos en medio de
la sucesión rápida de acontecimientos extremadamente violentos,
emocionantes, que jugaban al escondite con nuestro pensamiento.
Extraño, muy extraño espectáculo presenció la generación
de mil novecientos diez y ocho. Salía de una tremenda escuela que
le había enseñado la verdadera naturaleza del estado: máquina
fácil de cambiar sin modificar por eso el resultado del problema ;
de la patria: entidad artificial sin raíces profundas en los seres
y por la cual unos derraman su sangre en los campos de sufri-
miento, mientras otros llenan sus bolsillos y recogen los honores.
¡Cómo creer en un Dios que permitía tanto dolor inútil, que se
veía so:icitado por cada beligerante en vista de la violación de su
más sagrada ley: “Amaos los unos a los otros”? ¿Qué creencia
podía tener si veía que todo se confundía : cristianos contra cris-
tanos, musulmanes contra musulmanes; cuando dábase cuenta
que tanto la codicia como el renunciamiento son burlados y piso-
teados ?
¡Cuán desorientados estuvieron los hombres al empezar de
huevo su vida civil! Fenómenos sociales de una amplitud inaudi-
ta se llevaban a término en su rededor ; una revolución implacable
les demostraba una vez más la fragilidad de la estructura poli-
tica de las haciones; un cambio radical en la vida económica de-
bido a la máquina y a la mano de obra femenina les hacían im-
posible adaptarse...
He aquí quizá lo que más desconcertó al hombre: la esposa,
la compañera, se había convertido en enemiga. Desplazó al hom-
bre de su trabajo, se hizo independiente. Tras los millones de