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NOSOTROS
muertos masculinos, hubo un exceso numérico de mujeres,.los
valores cambiaron, la familia se desorganizó.
Frente al “poilu” de regreso de las trincheras se levantaban
sólo ruinas. ¿Acaso no quedaba la propiedad, base de la Demo-
cracia? No. El primer golpe que la azotó fué la inflación moneta-
ria que dividió por cinco a todas las fortunas, y el segundo fué
la prosperidad. Sí, aunque parezca un contrasentido, la prospe-
ridad terminó con la riqueza. Se creyó que el mundo iba a con-
tinuar adelantando a toda marcha y los más timoratos empezaron
a perder su desconfianza cuando vieron que algunos se hacían
ricos de un día para otro. Entonces no se quiso más trabajar para
ser rico, se perdió la noción del valor real del dinero, y a la riqueza
fruto del trabajo y de la economía suplantó la que sólo depende
del juego.
La juventud se desorientó en un mundo edificado según
reglas pretéritas, que no respondían a las necesidades del mo-
mento. Para no pensar y reaccionando contra el poco valor que
se le había dado al cuerpo, implantaron el culto al físico. Em-
ezaba la Era del Deporte.
En aquella época de dislocación y transformación, el indi-
viduo no puede soñar en el mañana. ¡Mañana! ¿de qué estará
hecho? Abre los ojos y ve fuerzas gigantescas que se mezclan
en una lucha apocalíptica. Pulverizan al hombre, y el supervi-
viente, desorientado y lleno de espanto, no tiene ánimo para
profetizar.
Además, todo acontecimiento le sorprende. Cree leer en un
libro incoherente y a cada frase sus ojos deslumbrados pierden
contacto con la realidad. Ninguna situación responde a su es-
peranza. Una sola certidumbre le queda: todo seguirá descon-
certándolo.
Y entonces, por cobardía, para aturdirse, se esfuerza por
vivir más deprisa y se refugia en los placeres que por lo menos
no le mienten. La sensación, lo únmico.que permanece después
del maremoto que arrasó las morales y las ideologías, la sacu-
dida que hiere sus nervios es una realidad —la única verídica.
Y esa motestia que se apodera de los que regresaron de la
línea de fuego es debida a la imposibilidad en que están de uti-
lizar , sus espíritus nuevos. Porque de todos los que fueron al