Full text: T. 80.1933=Nr. 292-295 (1933008000)

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NOSOTROS 
no traducía entusiasmo sino una indiferencia de seres adormeci- 
dos, una infinita pasividad intelectual. Un manifiesto brutal pa- 
ra los que habían vivido cuatro años bajo un diluvio de hierro, 
producía el efecto de un primaveral céfiro. 
Otra razón para explicar esa aceptación la hallamos en el 
acceso a la riqueza de una clase de burgueses sin preparación 
que también quisieron poseer su “galerie de tableaux” y su bi- 
blioteca a semejanza de la aristocracia. Esos nuevos ricos diéron- 
se cuenta de que todo cuanto les agradaba: las cromolitografías, 
las aventuras de Rocambole o la historia de la obrera que se casa 
con el millonario, provocaba la risa de los poseedores de una cul- 
tura refinada. Estos admiraban objetos que les hería el gusto. 
Era lógico que razonaran así: “lo que nos agrada, no tiene valor, 
lo que nos parece horrible es bello: así que cuanto menos nos 
guste un objeto, cuanto menos lo comprendamos, más hermoso 
debe ser”. 
De allí una aceptación delirante, una constante admiración: 
Vengan los constructivistas, los cubistas, los dadaístas y todos 
los istas, vengan que se les alabará. 
La dificultad estribaba en descubrir un contradictor, un ser 
que se asombrara. Si una nueva lluvia de fuego y azufre hubiese 
caído sobre las babilonias modernas, todos, desde las ventanas, 
hubiesen admirado el espectáculo como quien mira fuegos arti- 
fFiciales, 
Nada turbaba a la nueva generación; al contrario, para ca- 
racterizarse quiso, traspasando los límites de la audacia, ir más 
allá de la anterior; y para ello se encaminaron a la literatura por 
el sendero que le había trazado Guillaume Apol.inaire cuando al 
finalizar la guerra, definió así las tendencias modernas: “La 
sorpresa, el asombro, engendrará al espíritu moderno. Es lo que 
debe darle vida. La sorpresa es el motor nuevo que le impulsará. 
Se apartará de los otros movimientos justamente por ese culto 
al asombro provocado. El artista debe burar la esperanza del que 
le escucha”. 
Pero para burlar la esperanza de ese público sin reacciones 
tuvieron que recurrir a los medios más violentos, a les rasgos 
frenéticos, a un profundo anarquismo estético y ético. La litera- 
tura cultivó las anomalías sexuales y mentales. Epoca de expe-
	        
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