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NOSOTROS
no traducía entusiasmo sino una indiferencia de seres adormeci-
dos, una infinita pasividad intelectual. Un manifiesto brutal pa-
ra los que habían vivido cuatro años bajo un diluvio de hierro,
producía el efecto de un primaveral céfiro.
Otra razón para explicar esa aceptación la hallamos en el
acceso a la riqueza de una clase de burgueses sin preparación
que también quisieron poseer su “galerie de tableaux” y su bi-
blioteca a semejanza de la aristocracia. Esos nuevos ricos diéron-
se cuenta de que todo cuanto les agradaba: las cromolitografías,
las aventuras de Rocambole o la historia de la obrera que se casa
con el millonario, provocaba la risa de los poseedores de una cul-
tura refinada. Estos admiraban objetos que les hería el gusto.
Era lógico que razonaran así: “lo que nos agrada, no tiene valor,
lo que nos parece horrible es bello: así que cuanto menos nos
guste un objeto, cuanto menos lo comprendamos, más hermoso
debe ser”.
De allí una aceptación delirante, una constante admiración:
Vengan los constructivistas, los cubistas, los dadaístas y todos
los istas, vengan que se les alabará.
La dificultad estribaba en descubrir un contradictor, un ser
que se asombrara. Si una nueva lluvia de fuego y azufre hubiese
caído sobre las babilonias modernas, todos, desde las ventanas,
hubiesen admirado el espectáculo como quien mira fuegos arti-
fFiciales,
Nada turbaba a la nueva generación; al contrario, para ca-
racterizarse quiso, traspasando los límites de la audacia, ir más
allá de la anterior; y para ello se encaminaron a la literatura por
el sendero que le había trazado Guillaume Apol.inaire cuando al
finalizar la guerra, definió así las tendencias modernas: “La
sorpresa, el asombro, engendrará al espíritu moderno. Es lo que
debe darle vida. La sorpresa es el motor nuevo que le impulsará.
Se apartará de los otros movimientos justamente por ese culto
al asombro provocado. El artista debe burar la esperanza del que
le escucha”.
Pero para burlar la esperanza de ese público sin reacciones
tuvieron que recurrir a los medios más violentos, a les rasgos
frenéticos, a un profundo anarquismo estético y ético. La litera-
tura cultivó las anomalías sexuales y mentales. Epoca de expe-