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NOSOTROS
premio literario. Y esto colmó la medida: viose, en los últimos
meses del año, un maremoto de novelas escritas, no en vista de
hacer compartir una emoción artística, sino para conseguir el
premio literario que significaba éxito y dinero. Se escribió para
tal o cual premio como en el mundo de las carreras se entrena
a Papillón III en vista del Premio del Presidente o del Jockey
Club.
Ante esa aceptación entusiasta por parte de la crítica, los
escritores noveles se creyeron unos portentos de talento y sabi-
duría, no cuidaron más de sus obras y tuvimos el triste espec-
táculo de artistas que mostraban con orgullo en su segunda obra
la sistematización de lo que sólo era defecto inconsciente en la
primera.
Por ejemplo, hubo una cualidad que se volvió defecto en
un noventa y nueve por ciento de los escritores noveles. Hablo
de la imagen. ¡Cuántas obras brillantes cuando aparecieron, ile-
gibles ahora! ¡Cuántas páginas en que las imágenes nacen por-
que sí, sin necesidad, sin razón, sin que una secreta corriente de
vida las lleve! Y esa época, a pesar de su engreimiento, no es
visual, Demasiado rápida, distraida, contraria al individuo. No
se detiene ante el rostro, la expresión no la conmueve, sólo ve-
nera las siluetas, blancos de tiros federales.
Y como la imagen, tenemos la psicoanálisis, el monólogo in-
terior... El resultado fué que toda una producción literaria se
perdiera en un océano de mediocridades cada vez más mediocres,
Pero en medio de estos defectos se levanta la luz de una
cualidad maravillosa que compensa el mal que hubiera podido
matar a las Letras, y esa cualidad, única en las literaturas de
todas las épocas, lo constituye una sinceridad total, absoluta y
frenética.
Con un impudor que raya en lo obsceno, escritores y escri-
toras se desnudaron, se deso:laron como piezas anatómicas y,
no sólo expusieron el aspecto exterior de su personalidad, sino
que hundieron el escalpelo de la introspección en lo más ín-
timo de su cerebro, de sus nervios, de sus emanaciones pensan-
tes y sensibles,
A veces, esa verdad tiene por base la farsa y broma de los
descendientes de Jarry y Apollinaire, pero. ya he dicho que en