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NOSOTROS
de Malthus, fué aprovechada por los adversarios y le valió un
proceso. Los tribunales la absolvieron reconociendo que la inten-
ción de la autora era noble y pura.
Posteriormente, la Sra. Besant hizo profesión de fe socia-
ista. Bradlaught se mantenía al margen de esa doctrina; pero,
espíritu amplio, liberal, tolerante y comprensivo, no vió en la
orientación de su amiga un motivo de distanciamiento.
Dejemos de lado muchos detalles —incluso la fundación del
periódico The Link— y detengámonos en el año 1888. Un detalle
al parecer insignificante, había de provocar un vuelco completo
en la posición intelectual de la Sra. Besant, haciéndola pasar, en
forma un tanto brusca, de una fase a otra de su existencia, las
fases a que hemos aludido en el primer párrafo.
Un buen día llega a la redacción del diario un ejemplar de
la Doctrina Secreta, cuya autora era H. P. Blavatsky. La Sra.
Besant —quien ya se había ocupado de telepatía, hipnotismo,
sugestión y demás fenómenos psiquicos— fué la encargada de
escribir la nota bibliográfica de esa obra. En vez de hojearla, la
leyó integramente. La impresión recibida fué enorme y en vez
de una simple nota bibliográfica le quiso dedicar un artículo
entusiasta. Poco antes pidió a Stead que le solicitara una entre-
vista con la autora. Cuando se halló frente a Biavatsky, sea por
timidez, sea por otras razones, no pudo decir nada importante,
En el momento de despedirse, la rusa, fijando su extraña mirada
21 los ojos de la inglesa le dijo: “¡Ah, señora Besant, si Ud.
quisiera ser de los nuestros...
Nada contestó la Sra. Besant. Su orgullo fué más fuerte que
su recóndito deseo. Adherirse a la Teosofía, renunciar a todo un
pasado y ponerse en pugna con todos sus colegas, quizás enemis-
tarse con ellos, son actitudes que no se resuelven en un instante.
A la primera visita sucedieron otras. Por fin, tomó la decisión
de entrar a la Sociedad Teosófica. La Sra. Blavatsky no quiso
admitirla antes que se enterara de las calumnias de que fué vic-