A
NOSOTROS
no abordemos temas tan escabrosos, porque podríamos disentir.
—¿Y eso qué importa? ¿O temes emitir tus opiniones? No
conozco mayor cobardía que ésta. El mundo cambia de aspecto
a cada instante y el pensamiento, que es su centro originario,
no puede permanecer inmutable. Los gorriones no aceptamos pre-
conceptos. ¿Por qué dictar leyes contra los comunistas, por ejem-
lo? El comunismo ¿no es acaso una doctrina política como cual-
quier otra, o una forma social de convivencia? ¿No fueron comtt-
nistas tus antecesores los quichuas y los aimarás? Y las misiones
jesuíticas ¿no estaban asentadas sobre un régimen comunista? ¿Por
qué predican tanto contra el sistema los obcecados nacionalistas
y los implacables católicos de hoy?
—No te exaltes, ni levantes la voz, porque alguien podría
irte; y acaso te aplicaran alguna sanción terrible, -
—¡Ah! sí. Ya me informaron al llegar que estáis por reim-
plantar la pena de muerte. Vaya un progreso el vuestro! No me
explico, en verdad, qué nueva civilización váis a construir. En
tiempos ya remotos, nosotros aplicábamos la ley del talión, cruci-
ficibamos a los ladrones y lapidibamos a las mujeres adúlteras.
¡Por qué volvéis al pasado? Si tanto evangelio altruista divulgado
en el mundo no ha modificado los instintos; si el espanto de
tanta guerra no ha conmovido a las generaciones, ¿imagináis que
una simple ley penal va a contener a la fiera atávica hospedada
en el fondo de tantos seres?
—Pero, nuestros grandes maestros...
—;¿ Creéis aún en la ciencia de vuestros maestros? ¿No véis
como cruje el mundo a despecho de todas las doctrinas? Esos
ancianos presuntuosos cuyas palabras he oido en el Senado me-
recen la conmiseración de nuestra raza. Es doloroso llegar a la
senectud cargado de vanidad y de prejuicios. Vuestra república
se está tornando tenebrosa. Ignacio de Loyola es el siniestro
mentor de vuestros gobernantes.
—¿Y qué debemos hacer?
Sembrad los campos, repartid la riqueza, desarraigad el fa-
natismo religioso, romped los moldes de vuestra justicia arcaica,
no reavivéis el antagonismo entre las agrupaciones, no cimentéis
la autoridad en la fuerza... Y dejad que Europa se momifique
detrás de sus fronteras.