CRÓNICA
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cia con el blanco. El genio argéntino elaborado en un hirviente crisol
espiritual, nada debe de su grandeza al espíritu indio. Esa tristeza que
se le achaca a aquél y se atribuye a la parte que pueda haber de san-
gre india en la sangre argentina, ¿no se ha pensado en ir a buscarla
en el andaluz —hijo del árabe— y en el italiano meridional —hijo tam-
bién del árabe y del andaluz—, elementos de gran importancia en nues-
tra formación? Durtain mismo señala el contacto, Lo que en el ar-
gentino se toma por tristeza es reserva y dignidad, —creemos que al-
guien lo ha dicho ya— si se quiere un poco de cortedad. Desarrollar las
razones de la decantada tristeza argentina, mos llevaría lejos y fuera de
los límites a que deben contraerse estas líneas.
El que antecede es un ejemplo; podríamos añadir algunos más.
También hemos dicho que muchas de sus observaciones son feli-
císimas, Los dos capítulos en los cuales las mismas se concentran, por de-
masiado breves no descubren sino esquemáticamente las razones en que
Durtain apoya su argumentación. No estamos conformes del todo con
algunas de ellas. Si bien creemos en el fin, disentimos en la apreciación
de los medios de que nuestro pueblo ha de valerse, o se vale, según
Durtain, para lograrlo. Nos llevaría muy lejos la discusión. Señalemos
únicamente que, como él, creemos en que toda civilización verdadera
es de orden espiritual y que frente a la quiebra de la civilización del
confort, la civilización material encarnada en los EE. UU,, frente al
tremendo caos ruso y a la indecisa Europa, Hispano América, en la
que alientan jóvenes y pujantes fuerzas heredadas de los paises baña-
dos por el sacro mar Mediterráneo, es el continente destinado a marcar
una nueva etapa en el progreso del hombre. Su destino está en los al-
bores. Verlo como viajero fugaz significa una retina ávida y segura.
Pero... que el Sr. Durtain lo sepa, Por aquí no creemos en la
influencia ni del espíritu indio ni de lo que él llama las civilizaciones
del infinito, de la inmovilidad, ni las deseamos, en los destinos de nues-
tra raza, sino en la eficacia de sus propias fuerzas jóvenes y pujantes
en su nuevo campo de acción: Hispano-América.
E. 8. C
Figures Sud-Américaines, por Manoel Gahisto. Albert Messein, editeur.
París, 1933.
La biblioteca Essats et critique, que dirige León Bocquet, acaba de
- publicar este volumen, firmado por un viejo amigo de Hispano-Amé-
fica y de esta revista: Manuel Gahisto, ,
Está consagrado al poeta bahiense Castro Alves, cuya breve vida, lle-
na de episodios románticos, renace en las páginas de Cahisto por virtud
del amor con que éste la pinta y examina su obra; al gran Coelho Net-
to, evocado en una serie de anécdotas que descubren su alma de calidad
insuperada; a Manuel Gálvez, brevemente estudiado a través de su
Producción novelesca y de algunos de sus críticos; a Rufino Blanco
Fombona, polígrafo venezolano de quien traza también a vuela pluma
su vida, que por sí sola es una apasionante novela.
El libro. de Gahisto es efusivo; y el contagio que toda efusión co-
munica lo hace valiosísimo, en cuanto supone un elemento que despierta
ansias de llegar a la intimidad de las obras realizadas por hombres a
quienes se nos acerca tan discretamente, mediante algunas indiscre-
ciones,
Gahisto ha traducido al francés a Gálvez y a varios escritores de
lengua portuguesa, poniendo así en contacto los públicos que leen fran-
cés con figuras relevantes de nuestras letras. y divuleando el nensa-