Año XXVII NOVIEMBRE, 1933
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NOSOTROS
EL ARTE DE GABRIEL MIRO
A VAS a tratar de un escritor magnífico. Escribió en nues-
tra lengua libros de belleza extraña y recóndita. Tienen
la decoración de un estilo sin igual. Revelan un alma grande,
noble, clara, quieta. Mira las cosas del mundo con ojos que es-
crutan su inaccesible intimidad. Quien puede leer cinco páginas
seguidas de cualquiera de sus obras, sin sentirse molesto por las
dificultades de su vocabulario y la sintaxis ceñida que enhebra
las palabras en oraciones de intrincada diafanidad, es su ami-
go en el acto. Descubre en él tesoros que contados hombres
ofrecen con semejante abundancia y esplendor. De ahí que sea
el favorito de una selecta minoría de espíritus capaces de ver y
comprender el misterio de ciertas cosas a través del sortilegio
de las palabras.
La historia de Gabriel Miró es corta. Nace en Alicante, jun-
to al Mediterráneo, el 28 de julio de 1879. Escribe libros, cuentos,
manda correspondencias a La Nación de Buenos Aires, y muere
el 27 de mayo de 1930. Su vida se resume en modestos empleos,
en la familia que forma, en los libros que va escribiendo a me-
dida que los años pasan. En esta época de famas vocingleras,
es el hombre que hace menos ruido en el mundo. La gloria vie-
ne a él en vida porque quiere venir, no porque él la llame. Se
encerró en su hogar, con su mujer y sus hijos, y desdeñó lo de-
más, Es tal vez el único escritor moderno que se propuso es-
cribir sólo lo que su espíritu y sus sentidos percibían para su
propia delectación. No pensó jamás en las preferencias de la
moda, que seducen y atraen al resto de los escritores. Tiene una
moral austera y aristocrática. No busca el éxito, ni lo despre-