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NOSOTROS
zas. Hoy la piedra de los montes es de cera y la va modelando
Sigilenza con los ojos. Los collados tienen una piel de albérchi-
g0; las umbrías un verde íntimo para corderos de San Juan
Bautista niño. Sendas frescas como si principiasen a corref es-
ta tarde. Sendas humildes hechas de pisadas ajenas, y siempre
parece que se dejan abrir virginalmente por nuestros pies. Nues-
tros pies obedecen las viejas pisadas de otros hombres y afirman
la senda para los que han de venir. Seguimos y creamos. Y ofre-
cido su elogio, inspirado por la felicidad de hoy, Sigiienza ve
un resplandor 4 zul de los riegos, y exclama: Ser como el agua
de estos manantiales, agua estremecida de todas las imágenes de
su camino; la misma agua desde la sierra al llano; el mismo
cuerpo en cada gota y en las distancias, en su conjunto y mul-
tiplicadamente, sin perderse en su unidad.
“Quiere retorcerse, desmenuzarse, sentirse en todo, ser
todo; desarrollarse como las plantas, correr en el agua, exhalar-
se en los sonidos y en los olores, resplandecer en la luz, enco-
gerse bajo todas las formas, descender hasta el fondo de la ma-
teria: ser la materia. Esta fué la postrera tentación de San An-
tonio, la que sólo pudo resistir persignándose y rezando.
“Pero Sigiienza no es Antonio. Pronuncia cada una de esas
avideces, representándoselas y sintiéndolas con sus capacidades
y limitaciones de hombre. Goce dolorido del propio contorno en
la inmensidad. Y toma su sombrero y su cayada, y sale por un
camino calcinado y cerril, rodeando unas lomas eriales. El monte
Ponoch se le presenta como una hoguera; dentro de la calina,
la roca tiene la vibración de la llama.
“Pasa un cuervo. Debe ser el- mismo de todas las tardes. En-
ciende más el azul que van tocando sus alas, y pone su acento
a la soledad del campo”.
Basta. Si por mí fuera, en vez de escribir yo, leería pá-
ginas y páginas de Miró. Hay cien iguales, cada una más bella
que las otras en este libro Años y leguas, culminación de su
prosa y metamorfosis de todas las cosas del mundo en imáge-
nes y sensaciones. Es el mago de la palabra, espejo sensorial de
cuanto cabe en los cinco sentidos y en el espíritu receptor del
hombre. Si pudiera limitar mi tarea al análisis de las frases que
voy citando, surgiría de ellas un maravilloso arte de transpo-