EL ARTE DE GABRIEL MIRO 231
sición de lo material á lo espiritual por medio del artificio
de la palabra. La prosa quiere imitar a Sigitenza, retorcién-
dose en su contenido, desmenuzándose en su valor sintác-
tico, sintiéndose dueña de todo, siéndolo todo. Si la deshilvaná-
ramos palabra por palabra, giro a giro, metáfora a metáfora,
figura a figura, veríamos que su secreto consiste en incorporar
a un vocablo una idea de relación que no está necesariamente
comprendido en él en la acepción corriente del diccionario. Para
demostrar lo que digo, vuelvo a un ejemplo. Un artista que no
perciba y exprese a la manera de Miró, diría: el- cielo pareció
más azul al paso del cuervo que con su negrura ponía en el
espacio un punto de contraste. Miró da al cuervo mismo el po-
der de producir el fenómeno óptico, y dice: “enciende más el
azul que van tocando sus alas”. Desde el punto de vista gra-
matical la diferencia es grande. No es el cielo lo que se hace
más azul sino el cuervo que lo enciende de más azul. El verbo
activo incluye una metáfora que no está normalmente en él. Es
un sistema usual en Miró. Siempre forma su estilo en régimen
directo, dando a los. sustantivos y verbos un valor translaticio.
Cuando uno se moja bebiendo en el agua de un manantial, lo
que gotea por el rostro, al alzarnos del suelo, son las gotas del
agua. Veamos esta frase de Miró: “Sigiienza, que ya había be-
bido, bebió más, mordiendo el agua en un temblor de claridades,
y le goteaba un frío de luz por las mejillas, por los cabellos, por
las manos”.
'Aquí lo que gotea ya no son las gotas sino un frío de luz.
Pero las palabras “frio de luz” evocan en nosotros, los lectores,
la opulencia del sol de la hora, que el bebedor va bebiendo “en
un temblor de claridades”. Con trasladar el sentido de un ver-
bo y de un sustantivo, Miró nos ha dado un cuadro completo
en que entran la luz, el manantial, el hombre, el frío del agua,
el aspecto de Sigienza cuando se alza del suelo.
Veamos esta otra escena: “El silencio es tan grande y tan
fino que Sigiienza no se atreve a gozarlo por si se rompe como
un vidrio precioso”. Es magnífico, ¿no es. cierto? Leamos cómo
se rompió el silencio: “Y se quiebra la urna diáfana, rajándola
hasta lejos de la herida al regruñir candente, rojo y retorcido
de una piara furiosa”. Son palabras que forman una música