El, ARTE DE GABRIEL MIRO 239
sual, ni de Nuesiro Padre San Daniel, novela en que todo lo
humano desaparece en el vaho religioso que exhalan las piedras,
los jardines, las capillas, los eclesiásticos, los paisajes de la ciu-
dad episcopal de Oleza. Unicamente mencionaré la obra maestra
de su estilo y de su alma fervorosa, que tituló Figuras de la Pa-
sión del Señor.
Es un libro sutil, sabio y profundo. En una sucesión de cua-
dros dibujados alrededor de ciertas frases de los Evangelios,
narra las escenas que antecedieron a la crucifixión de Jesús. El
tema es de una grandiosidad esplendorosa y de una dificultad
insuperable: Nadie podrá decir jamás, con igual inocencia, be-
lleza y verdad que los cuatro Evangelistas, lo que fueron en la
tierra y en las almas esos días que trastrocaron la historia del
mundo; Miró no lo pretendió de ningún modo. Sólo quiso es-
cribir unas páginas de amor en el opulento ropaje de una len-
gua como la suya, que sabe el nombre de todas las cosas exis-
tentes en la tierra del Señor. Del esfuerzo salió una historia
lítica de la Pasión y un fresco inmenso de la miseria moral de
un pueblo enardecido por los hipócritas y miserables que quie-
ren la muerte del Hijo de Dios.
El arte de Miró destila en la prosa de este libro su esencia
más acendrada. Aunque la lectura acabe por pesar, en virtud
del tecnicismo excesivo del vocabulario, uno va encontrando de
línea en línea, hasta en los trozos más difíciles, toda clase de
joyas y arabescos prodigiosos. Ningún argumento pudo ser su-
perior para volcar en la música de las palabras los dones de su
espíritu. Todo lo que hay de más puro y original en su arte
aristocrático de orfebre del estilo, fulgura como un día de sol
en la esplendidez de la prosa. Los sentidos se juntan en una
síntesis de sensaciones para mostrarnos cuanto pasa cerca de la
divinidad viviente de Jesús en las cosas, los paisajes, las almas
y los más recios sentimientos humanos. Es pintura, es música,
Es poesía, es novela, que sé yo cuántas cosas más. La palabra
desempeña los oficios más diversos del arte de la representación
psicológica y sensorial. Pero más que nada es intuición de la
profunda realidad trágica que hubo en el drama de la Cruz.
Cristo vive y anda divinamente por los cuadros de su Pasión
con su cortejo de amigos y de adversarios. Cuanto su cuerpo es-