E
NOSOTROS
ra extraer de sus voltimenes incomparables antologías de la na-
turaleza en que los hombres vivimos civilmente. El atributo maes-
tro de Miró es pensar y sentir en plenitud. Para él no hay nada
aislado en el mundo. En un paisaje están los siglos que pasaron.
En un hombre la colaboración del ambiente. En un color de la
tarde la emoción de un ensueño.
Lo extraordinario es que esta abundancia de plenitud no
dañe a su sobriedad. Dice las cosas más intrincadas de sus cua-
dros en un mínimo de palabras. Pero las elige de tal modo,
emplea adjetivos tan certeros, verbos a los que muda el sentido
usual, sustantivos de una precisión tan neta, que con sólo enfilar
diez vocablos en una frase, que casi nunca se desvía del régimen
directo, nos dice y nos sugiere todo lo que desea. Jesús está
con sus Apóstoles la noche de la Cena última. Piensa y sufre.
Miró dice: “se derretía el tiempo como un aroma”. A cada mo-
mento su estilo descubre frases acendradas hasta la perfección
verbal y hasta la intimidad de la idea. Esto es lo que lo distingue
de Flaubert, con cuya Herodías algunos críticos compararon las
Figuras de la Passón del Señor.
Flaubert quiso llevar a cabo una obra en que el estilo de-
corara prodigiosamente la reconstrucción histórica. Miró se pro-
puso sentir en plenitud el drama de la Crucifixión y el ambiente
humano en que tuvo lugar. La diferencia es enorme, a pesar de
Ja pedrería equivalente del estilo y del panorama. La esencia de
Miró, es su sensibilidad profunda e intrincada. Sus dos novelas
sobre Nuestro Padre San Daniel y El Obispo leproso no son
sólo una trama, personajes, cuadros, descripciones, frases, sino
más bien un ansia de adivinar el misterio de ciertas almas. Vi-
ven recogidas dentro de sí en una ciudad española, donde to-
davía actúan sentimientos medievales muertos, hace' siglos, en
el resto del mundo.
Su arte, pues, no tiene sus raíces en el cerebro que razona
sino en la sensibilidad espiritual que despiertan los acontecimien-
tos, la naturaleza y el misterio del hombre en el alma de un ser
hipersensible. De ahí proviene la esplendidez de su prosa. Ne-
cesita expresar con el estilo, esto es con palabras inmóviles en
la frase, lo que la música consigue con el auxilio de la orques
tación de las notas vivas del tema, que pueden subir, bajar, alar-