INFLUENCIA EUROPEA EN LA LITERATURA ARGENTINA 257
y repulsión, atracción e incompatibilidad. Luego, derivaciones de
los anteriores, los elementos político-económicos, con sus cho-
ques continuados de intereses e idealismos, concupiscencias y ab-
negaciones.
Nuestro horizonte artístico es ilimitado y abierto como el ho-
rizonte de la pampa.
Nos estamos alejando de París, pero faltan muchas y muchas
millas para llegar a encontrarnos en nuestro mismo suelo. En
su estudio sobre Montalvo, Rodó escribía: “Sólo han sido gran-
des en América aquéllos que han desenvuelto por la palabra o
por la acción un sentimiento americano”.
Nadie ha desenvuelto aún este sentimiento por el Arte.
Sin embargo, la oportunidad va concretándose, madurada
despaciosamente por las conquistas del siglo. Tiene una muy erra-
da visión de nuestro porvenir quien cree que el progresivo des-
arrollo de las comunicaciones de Europa con nosotros acabará
por absorbernos, por fusionarnos, por identificarnos con la éti-
ca y la estética europeas, acentuando las analogías patentes y
atrofiando los íntimos contrastes.
La verdad es la opuesta: cuanto más cerca estemos mate-
rialmente de los países de allende el océano, más lejos estaremos
de ellos espiritualmente. En esta definición, cuya apariencia pue-
de ser paradojal, está nuestra salvación y la jugosa verdad de
la misma radica en una potente modalidad idiosincrática de los
argentinos,
Los libros que leemos por nuestra sed de cultura; las ideas
que captamos por nuestro afán de no quedar rezagados; las no-
vedades que adoptamos por nuestra anhelosa búsqueda de una
verdad que nos satisfaga, —búsqueda siempre infructuosa por-
que aceptamos verdades que están fuera de nosotros, mientras
nos desentendemos de la que én nosotros late-— nos llevan a
forjar cerebralmente ídolos de nombres cuya resonancia es a
menudo efímera, No forjamos ídolos de hombres porque no los
conocemos. Cuando alguno de ellos, esperado como el Mesías,
llega a nuestro país, el ídolo se quiebra, se desmenuza, se des-