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La NOTA,
a Tierra Santa. Ese hombre, desde mucho tiempo
atrás, constituye mi pesadilla.
En su último viaje a Oriente, quiso ir a visitar
la Siria, lo, Palestina y Jerusalén, y todo el país
“staba, como puede pensarse, completamente tras:
“ornado. Se temían atentados. Por razones de eco-
“omía, — se sabe también que Guillermo II es muy
*Varo, — realizó el viaje por intermedio de la agen-
2 Cook, Era yo, entonces, Cónsul Genera! en
Bélgica, Volviendo una noche al Consulado, leí en
los diarios que el kaiser acababa de desembarcar
*T Jaffa y que partía al día siguiente para Jeru-
salén. Al mismo tiempo el ordenanza de la legación
e trajo un telegrama de la Sublime Puerta, en el
*Ual mi ministro me comunicaba el viaje del 'raiser
* Tierra Santa, diciéndome que no debía entregaf
Pasa Portes a las personas que no ofrecieran todas
95 garantías: de lo contrario, yo me haría res-
Sonsable,
Rehuse tomar nota de esa comunicación y devol
"el telegrama, escribiéndole a mi ministro Cara
eodory Effendi que ora imposible tomar nota
Je una orden semejante, en el momento mismo en
¡ue - el kaiser acababa de desembarcar en Tierra
santa, y que no podía aceptar minguna responsabl-
idad por hechos pretéritos, pues si había entrega-
lo pasaportes, hacía de eso un mes. -
El ministro encontró mi manera dé proceder de-
masiado altanera y se enfadó, lo que me apenó
mucho; sólo era un buen jefe de la escuela que
ee que el funcionario es un autómata y que no
iene más que obedecer las instrncciones que le dan,
sin tener el derecho de observar nada; y como no
uvo el coraje le comunicar en Constantinopla !a
usticia de mi observación, pues el Sultán Tamid
10 entendía nada de eso, lo más cómodo y lo más
'écil que halló fué enfadarse conmigo.
He aquí cómo el destino, que me ha permitido
lar la, vuelta a Europa, a Africa y a una parte de
Asia, no me dejó visitar Jerusalén, que estaba a
gunos pasos de mí.
Sin duda estaba escrito que así sería.
EMIR IEMIN ARSEAN.
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_A MUJER Y EL ANTIFAZ
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CUENTO DE CARNAVAL
“Y tuvo en sus ojos vi
rientes la ceguedad de las
statuas divinas”,
Gubriel D' Anunzzio.
ESDE lejos la vió buscarlo con los ojos,
sonreir al descubrirlo, y venir hacia
ól con ese paso rítmico y ligero que
era la armonía cantante de su cuer-
po de grásiles líneas. Y como siem-
“ancia y Pre, el elogio de su belleza y gu ele-
“$ vino a los labios.
"Me qué página de Loti te has escapado, Dje-
asta, a ¿Qué filtro adormecedor diste a tu señor
Aros NU Para que así pudiera lucir entre nos.
U perla más preciada?
E. tengo dueño yo, bien lo sabes, respon-
tanto e diendo los hombros «con nmoberbia, en
“monto > las luces del salón temblaban capricho-
"O si de en las piedras de su tocado oriental. Pe-
do lt alguna infidelidad fuera culpable el peca-
ne dich en sí la penitencia; puedes creerme. ¿Te
E seg CUNA vez que la tontería humana me
Sitio que - como un mal físico? ¿Y conoces algún
un bailo Teúna más necedad en menor espacio que
da, de máscaras? Estoy hastiada... hastia-
tires Cruel. Y lo peor es que pareces gincera.
'S imaginaras hasta dónde! Vengo a tí como
a un oasis. Tú mientes, engañas, haces paradoja
con todo, pretendiendo luego que te tomen en Se-
rio. Pero por lo Imenos, tienes talento.
—GCracias. Exageras. Sólo que es extraño, pen-
sando así, y siendo, como somos. amigos viejos,
jue recién ahora...
Lo interrumpió:
—No me acusés de olvido, Ya ves que te he re-
servado el momento más bello. Aquí se ahoga uno.
En la terraza, en cambio, hay fresco y, además, es-
tá amaneciendo... ¿No te tienta?
El le dijo que a su lado le tentaban todos los
xtios. _—_
Afuera, . sin descender las gradas, enmudecieron
nstintivamente. Sobre sus cabezas brillaban los
1.stros todavía, y en el confín lejano del cielo
triunfaba ya la luz, de las tinieblas, YEl día llegaba
nvuelto en neblinas, cual en velos de impalpable
xncaje. Tenues, livianas, irisadas, surgían tras los
:lamos altos y escuetos, ,por sobre los sauces año-
sos arrebujados en la sombra de la ribera. Se al-
¿/aban sobre el agua inquietante; transparentes, le-
ísimas, corrían sobre el césped, ceñían las colum-
1as, y deslizándose sobre el mármol de la balaus.
rada iban a desvanecerse en el vaho de luz que
vrotaba de los salones, dejando en las pupilas una
s/aguedad de ensueño y de frescura,
Y la belleza de las cosas que no han sido crea-
las por la mano del hombre, mezclada al esplen-