La Rota. 12834) —
-—Ah! “bariné”, — respondió el borracho, — vos
sois rico, podéis sin duda beber agua de colonia;
pero yo, pobre de mí, no tengo más remedio que
conformarme con barniz.
Este auténtico diálogo muestra que antes de mar-
zo de 1917, la prohibición de la venta de alcohol
Ca mejor obra de Nicolás II) era estricta. Para
embriagarse había que beber drogas imposibles, l1í-
quidos mortíferos o pagar a precio elevadísimo li-
cores vendidos clandestinamente. Durante el tiem-
po que ha seguido a la revolución la antiga disci-
plina antialcohólica ha estado rigiendo automáti-
cramente. Pero desde hace unos meses el terrible
Cartas d..
agelo ha hecho de nuevo su aparición; y se vuel-
zen a ver obreros vacilantes por las calles. El ar
>oholismo, que es el más grande y peor enemigo de
Rusia, ha causado ya en la actualidad terribles 1%
sracias, Y este problema es hoy gravísimo. EN e
2208 de la hora presente en medio de las compi
"aciones innumerables por que atraviesa la nació
rusa, si el pueblo se abandona a la locura alcobó:
ica, ahora que no hay “knout” que lo impida. po
iría decirse que no sólo la revolución está perdida
sino también la Rusia misma.
Lrpovico NAUDE4U:
la Niña Boba
E
dai
A
Le.
.cencias
Señor director:
¿Es usted. amigo de hacer con-
fidencias? ¿No? Yo tampoco. Pe-
ro debo declararle que me gusta terriblemente
que me las hagan.
La confidencia es en todos sentidos un ca-
pital valiosísimo; la o el que hace una confi-
dencia, sincera o no, entrega una esperanza
si la confidencia no es cicrta, una gloria o una
desilusión si es verdadera; y siempre hay en
estos “momentos” del corazón, material sufi-
ciente para aprovechar hondas enseñanzas.
Yo adoro, como le decía, señor director, el
que se me hagan confidencias; pero, y para jus-
tificar esta afición que pudiera tacharse de
algo perversa, quisiera tratar de definir lo que
entiendo por confidencia.
No es la confidencia, es claro, la sucesión de
narraciones, diré así, en las que se traducen
esperanzas o desencantos, no. Una amiga ín-
tima que me confíe una serie de acontecimien-
tos sensacionales para ella no es “la confiden-
te”: es la amiga nada más.
El corazón con el cual vivimos la vida en
modo paralelo no es nunca el confidente: es
el corazón amigo, el alma hermana, diré, para
ser cursi. (Me custa ser cursi, a veces, como
los virtuosos desafinan, por Pp"
cer, por matizar, acaso).
Yo pienso que la confident*
es algo aislado, es el pequeño
románce con su prólogo, SU “
triga y su final, algo que debe narrarse “de u
sola vez”. En una palabra: la confidencia a
lo que “ya ha sueedido”, y que por cons
guiente puede sintetizarse. ;
Eso es lo que yo entiendo por confidero*
y ese es el “racconto” que me deleita, veng*
de quien venga, de amigas o amigos (a U
“ed le diré, no lo repita ¡por Dios! que pres
ro el ““racconto”” de estos últimos). :
Una amiga es rara vez sincera en su cos
lencia (no me refiero naturalmente al hab
de falta de sinceridad, a “lo que no decir"
jamás”) ; no es sincera y se explica. Nosot",
sabemos que “no tenemos amigas”; estar”
zonvencidas de que la confesión de una der
ta no va a suscitar en la interlocutora el 5
mentario noble que debiera, y entonces ds,
zamos nuestro sentir. No encontramos ? ,
eonfidencia, feliz o desvraciada, “jamás 18 co
pensación en la amiga”. Si la confiden”;
respira triunfo /decididamente soy odios),
cespira triunfo, dico, la amiga que 10 Po,
verse libre de un livero sentimiento de em". ;
sión. no agradece en absoluto la confide? e