de nuestros compositores argentinos de -pri
mera hora, para Karl Reineke, ilustre virtuoso
del piano que, allá por 1870-1900, fué una de
las antorchas musicales europeas.
Encontré un viejito (de pasados los ochen
ta) maravillosamente joven y que — por bien
de mi suerte — hablaba en francés como un
francés. Leyó la carta... (estaba en alemán?
estaba en francés, la carta?...) y, al termi
narla, me dijo:
(Nota. —■ He omitido prevenir que, al entre
garme la esquela, el compositor argentino de
primera hora que me la entregara me anti
cipó: “Con esta carta Vd. será el niño mimado
de Leipzig”).
Decía, pues, que me dijo Reineke: “Hijo
mío!... No recuerdo este nombre que tan eor-
dialmente firma estas líneas: he tenido tantos
discípulos!... y los buenos discípulos han es
caseado tanto!...” “Sin embargo” — agre
gó — “basta ser joven y extranjero para me
recer simpatía, en Leipzsig”.
Y fui niño mimado; me dió Reineke (ya pa
ra siempre recluido, ya lejos del mundo) unas
palabras para Nikish — entonces Director del
Conservatorio Real de Leipzig — y, en menos
de una semana, estaba yo ubicado en las cla
ses: de Stephan Krehl, para composición, y,
de Rohert Teichmuller, para piano.
Eso me abrió — de par en par — muchas
puertas en Leizig y todas las del optimismo,
basta las más cerradas.
Cuando Adolfo Biov, Angel Sánchez Elíz y
Santiago Bengolea (tres de los mejores y más
desde la infancia otros yoses míos) integraron,
conmigo, los entretelones estudiantiles de Leip
zig, ya todo era camino preparado para el más
atrayente de los horizontes.
Las influencias de Leipzig sobre Bioy son
discutibles: para él, en primer término. Pero
yo creo, firmemente, que no se pasa un año
(casi dos años) en una ciudad como Leipzig
(sobretodo entre los veinte y los veinte y dos
abriles) sin recibir sus influencias.
No conozco pueblo — de los muchos que
conozco — más intuitivamente apto, para to
das las evoluciones del espíritu, que nuestro
pueblo. Bioy — en ese terreno — es arquetí-
pico.
Pero nuestro pueblo soporta los inconvenien
tes de sus ventajas: inteligencia, bonhomía,
honestidad — idealismo — hacen de su mar
cha un ritmo encantado que lo columpia entre
colores, perspectivas y fragancias de ilusión.
De ahí, en su equilibrio (el equilibrio de las
nacionalidades está en el igual peso de sus ri
sas y sus lágrimas, su falta de otras aptitudes,
como ser el orden, (la constancia de su acción)
en sus actividades.
A su tiempo, de Leipzig, entiendo yo que
debe Bioy su respeto por la hora (síntesis de
lo regular), su ahinco de consecutividad para
con las obras a que se dedica.
Desde Leipzsig — además — emprendimos,
con Bioy, el viaje a Oriente. Las visiones de
Italia, de 'Sicilia, de Atenas, del Peloponeso, de
Smirna, de Constantinopla y el Bosforo, de
Rumania, de Serbia, de Hungría, de Austria...
que prepararon nuestros estudios especiales de
historia, de filosofía y de literatura en la Uni
versidad de Leipzig (acerca de profesores sa
pientísimos, en camaradería con estudiantes
aplicados)... no serían?., no fueron los hor
nos fundidores de su defintiva consagración?. .
La gran guerra, después, — de 1914 a 1918 —
modificó, claro está, en Bioy (como en mí, co
mo en todos los que tienen un claro concepto
y una fuerte posesión de los ideales latinos)
sus afirmaciones espirituales. Pero ya la bue
na semilla estaba germinando en cepa fecun
da, y ya las adquisiciones de su conciencia
estaban florecientes: su vocación — su desin
teresada vocación — a los progresos generales
de la humanidad, era ya fruto surgido, dentro
de su idiosincracia.
El “Instituto de la Universidad de París
en Buenos Aires” — obra de Bioy, como pro
yecto y como realización —■ es una cumbre
de sus campañas predilectas. La venida pe
riódica — desde París hasta Buenos Aires —
de los más autorizados paladines con que cuen
tan la cultura y el progreso de Francia, es
una fuente inmarcesible de cultura y de pro
greso que debemos los argentinos a Bioy. De
tal manera que, gracias a su incansabilidad y
a su criterio, la creciente significación del “Ins
tituto” colabora, en forma brillante, a una
hegemonía espiritual incontenible de Buenos
Aires hacia las otras grandes urbes de toda
Sud América.
Otras instituciones similares — otras empre
sas de cultura — van adquiriendo existencia y
prestigio entre nosotros: el punto de partida
pertenece a Bioy.
Por eso y por los complementos de su ju
ventud y de su acción privada — la casa de
Bioy es un antro de refinamiento al que coad
yuva con inteligencia y con exquisita distin
ción la promesa de matrona (promesa por sus
años: realidad por sus virtudes) que compar
te su vida y su nombre: Marta Casares de
Bioy — la posteridad argentina deberá ¿quién
puede dudarlo? —• muy considerables servi
cios a Bioy...
Tan considerables que sólo ante su magni
tud han podido someterse mi temor de moles
tarlo y mis ansias de ser algo mejor que, una
más entre las innumerables moscas de tipogra
fía (diarios, revistas) que, con revoloteos de
abeja y con melindres de mariposa, sólo con
siguen — las más de las veces — elucubraciones
de zánganos.
GERMÁN DE ELIZALDE
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