Full text: 2.1929,Jul. (1929000700)

DOÑA DAMASA 
Zelaya de Saavedra 
ORQUE poseía todos los atributos 
de la belleza y de la gracia. 
Porque su presencia irradiaba 
sedante tranquilidad, como si al 
go de su serenidad interior se 
comunicara al ambiente sahu 
mándolo de esa paz aquietante, 
paz que se respira en los templos. 
Porque era buena, con la cándida sencillez 
de los niños; sabia y prudente como una sa- 
eerdotiza de Sfeso; con la sabiduría que da la 
meditación y la prudencia que enseña la vida 
a quienes acumulan la experiencia de cada una 
de sus horas. 
Porque a través del largo camino recorri 
do, mantuvo la castidad de su espíritu, conser 
vando sin mácula las exquisiteces de su alma 
que se apoyaban en su honda piedad. 
Porque su modestia era hermana de la de 
Clara de Asís y su fé se inspiraba en el ejem 
plo de las santas mujeres que siguieron al 6a- 
lileo sublime en su cruzada de sacrificio y re 
dención. 
Porque su humildad tenía el fuego interior 
que inspiró al Poverello todos los renuncia 
mientos, elevándola en una evolución maravi 
llosa en que la prestancia de su sensibilidad 
dió a su alma luminosidades de estrella y sua 
vidades de lirio. 
Porque era pródiga en la dádiva con el des 
prendimiento inteligente de la caridad reflexi 
va. 
Porque, como Isabel, de Hungría, prefirió a 
los privilegios que impone la casta el ascen 
diente que se gana por la aristocracia del es 
píritu. 
Porque era patriota por raza y cristiana 
por inspiración. 
Porque, hospitales ,escuelas, asilos y cuánto 
significó un gesto de amplia solidaridad huma 
na, tuvo sin restricciones el apoyo de su con 
sejo y el aporte de su generosidad sin medida. 
Porque sus actividades todas se resumieron 
en una sola ambición: dar, dar, con el consue 
lo de la compañía amable, de la palabra recon 
fortante y la tierna caricia que reanima, el 
socorro material que aleja la angustia de esas 
situaciones apremiantes que ponen a prueba 
el decoro o hacen temblar la virtud. 
Porque su sensibilidad de gran señora del 
bien, vibró enternecida ante el dolor ageno y 
supo con santa resignación sus propios dolores: 
Como homenaje a su memoria y para ejem 
plo de las generaciones a venir, sobre su tum 
ba debiera colocarse aquel “pendón de los fuer 
tes” que, según la leyenda, suspendíase sobre 
el sepulcro de los excelsos para señalar a la 
Veneración del caminante el lugar en que dor 
mían su sueño eterno aquellos que habían sa 
bido vivir y morir sin claudicaciones.
	        
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