12 EL FOGON PAMPEANO
mos chirridos, el principio del almuerzo,
encaminandose todos hacia las enguirnal-
dadas mesas tendidas bajo los alamos
frondosos que le daban sombra.
Allí, entre la animada concurrencia se
destacaba la figura gallarda de un viejo
veterano, s:rgento de la guerra del Para-
guay. que ostentaba en su amplio pecho
los blasoues del valor y el sacrificio, por
la patria.
Era una viviente y típica evocación
del antiguo ejército ese anciano bonda-
doso y caballeresco, aquel soldado de
otros tiempos, que ha rodáo mucho, como
decia ensu hablar pintoresco, cruzando
los extensos campos de la patria, dur-
miendo al raso con el oído siempre aler-
ta á la sorpresa del enemigo, ó mar-
chando bajo el azote de la lluvin y del
viento y de las llamaradas de ese sol
de la pampa que finge fantásticas brilla-
zones allá, en las lejanías inconmensu-
rables y misteriosas del desierto.
Y cuando después del almuerzo, se dis-
pusieron los ginetes á correr la sorti-
ja, era de ver el coniento sereno que ilu-
minaba los «jos del viejo, dando consejos
oportunos y elogiando entusiasmado los
aperos asiaos ó la apostwura del mozo que
se sentaba y corría lindo. mientras desde
el fondo del sano corazón parecía subir-
le hasta los labios, como una dulce año-
ranza de las horas ya idas para siem-
pre: ¡Ah;, mis tiempos/
No queremos dejar de mencionar la
improvisada y feliz alocución del señor
Benigno Zanoletti, con que, á los pos-
tres ofreció la fl-sta á los señores Miem-
bros Honorarios, en honor de los cunles
ella se celebraba.
Siguió un pequeño intervalo á l: corri-
da de sortija, tras del cual, en un po-
trero cercano, se ensillaba el potro des-
tinado á la gineteada.
Fué el espectáculo culminante de la
tarde.
Toda la leyenda de nuestro centauro
de las pampas, surgía como á un conjuro,
contemplando la bizarra escena de la
lucha entre el hombre y el bruto.
Fué ovacionado el domador y en su
rostro satisfecho y orgulloso de varón
fuerte, se destacaba el brillo de la mi-
rada bravía, último destello de una ra-
Za que ya pertenece á los recuerdos.
Siguió á la doma una y erra de terne.
ros y á las 5 y media se emprendió la
marcha de regreso.
Tras un recodo del camino se ocultó
de pronto la Quinta donde se habían
pasado tan buenos nmonIeNtos, pero an-
tes de borrarse el paisaje que contem-
plamos por última vez, sob el álamo
más alto, bajo el cual acababan de reso-
nar las pisadas ce los briosos pingos,
entre el rumor argentino de rodajas y
pontezuelas, vimos agiturse al viento
su pen:cCho de verdes hojas, como tré-
mulo pañuelo que nos decía adiós...
Chasque criollo
OEI ETE
PALOS CRIOLLOS
Pialao por la desventura
y end'el corral de mis males,
largo estos medio vagiales
pá los criollo e“ cepa pura;
pá los que con galanura,
dándole rienda al talento,
levantan un monumento
á la criolla tradición,
que se alza en mi corazón
como un sentido lamento.
Por q' es de todo criollaso
q enmaleta algo e' sencia
darle guasca á la sapencia
gambetiándole al bolaso;
y ansina com* un guascaso
para la geute pueblera,
formaries una tranquera
en la puertiada sociai,
diande se vicha tan mal
nuestra costumbre campera,
Y es lo q' en verdá dá pena
ver que ansina se descuide
y de lo criollo se olvide
como cosa que no es giiena;
el corazón se me enllena
de dolor porque es indino
contemplar como argentino
lo que pasa en el poblao
and* el paisano es miro
como yuyo en el camino...