6 EL FOGON PAMPEANO
Como perturban el alma,
El dolor y la tristeza,
Pierde el hombre su entereza,
Al declararse vencido;
Dobla su frente abatido,
Y envuelto en el sufrimiento,
Tan solo queda un lamento
En su pecho dolorido.
Sopla benéfico viento
Y á las nubes dispersando,
Muestra, risueño y brillando
El azul del firmamento.
Pero á aquel que su contento
Empañó la desventura.
Solo piensa, en su amargura,
Que el fin de su triste suerte
Será el viento de la muerte
Soplando en la sepultura.
Sacude el hombre su frente
Para desechar sus penas,
Y por romper las cadenas
De su destino inclemente
Más, al ver que inutilmente
Llama á la dicha perdida
Sobre la alfombra extendida
De la realidad terrible
Se oyc el grito indefinible
Del desplome, de una vida!
D:V. Lombardi.
Quilmes.
e
BORDONEO
Lo criollo no ha muerto. Todavía
existe el sentimiento nacional en nues.
tro suelo patrio. Todavía vibra en
las cuerdas de muestras vigilelas, el crio-
llo acento de nuestros gauchos . Y,
viven aún en las nostalgias de sus vida-
litas, las sentidas endechas del idilio crio-
llo... Se alzan foperas que fueron ni-
dos de amores y se divisa en el extenso
campo el solitario rancho donde la crio-
lla espera al trovador pampeano...
¿Lo criollo se vá...? Nó; no es ver-
dad;
En la gieya del progreso se alzan
también las junciones de la yerra, y entre
un himno que adelanto canta, se mez-
clan las paisanas notas de un pericon.-.
Canta Regules; inspira Leguizamón, y
en el pampeano ambiente se elevan
magestuosas las décimas de Corona
do!...
Lo criollo no ha muerto!
E..T, Salvatierra.
ABATIMIENTO
A mi esposa.
Me es muy sensible el vivir
separado de quien quiero;
si te digo Adios, me muero,
pero te lo he de decir.
Adios, á quien tanto amé
á costa de un sacrificio,
tu ausencia me es un suplicio
adonde mi vida acaba;
la ausencia precipitada
me ha obligado á preferir,
la muerte, muerte venir
para no vivir penando
y estar ausente llorando,
¡me es muy sensible el vivir!
Verme desfavorecido,
sin tu compañia ¿que haré?
noche y días lloraré
hasta acabar con mi vida,
y mi alma ya abatida
al verse sola, no espera
y es lógico que prefiera
la muerte para morir.
¿De que le sirve el vivir
separada de quien quiera?
Venga un cielo á disponer
de un corazón abatido;
ya no tengo que perder
si lo que quiero he perdido;
la ausencia con su poder
me quita lo que más quiero,
si me acuerdo desespero
y crece más mi dolencia,
siendo la causa tu ausencia,
si te digo adios, ¡me muero!
Liborio Zeballos Bustos.
Rosario.