Full text: 1.1911/12=Nr. 6 (1911000106)

4 EL FOGON PAMPEANO 
Y allá flameando sobre el polvo y humo 
Logra entreverse con esfuerzo sumo 
La enseña pátria que el soldado alzó 
La enseña grande, de los cielos hija, 
Qe á su pié guarda y con amor cobija 
Al que á su sombra libertad buscó. 
Pero mirad: de en medio al torbellino 
Se desprende una pálida figura... 
Es un ginete ¡ah! cuánta amargura 
Se retrata en su faz ¡cuanto dolor! 
Vedle como prodiga su cuidado 
A su corcel que marcha vacilante; 
Vedle cual le acaricia, y anhelante 
Le habla al oido con inmenso amor. 
El es, el noble hijo de la Pampa 
Que luchando con ímpetu guerrero, 
Vió de su fiel amigo y compañero 
La sangre ardiente el suelo humedecer; 
Por eso deja el sitio del combate, 
Sus hermanos, su gloria y su bandera, 
Y en pos de una esperanza - la postrera 
Desalentado, loco, echa á correr. 
¡Vano esfuerzo! El caballo moribundo 
Lanza un relincho y cae en la llanura 
Y su mirada llena de ternura 
Busca con ansiedad á su señor; 
Este, arrastrado en la mortal caida 
Oye la voz del que al morir le llama 
Y allá voy, allá voy, temblando exclama 
Con la suprema angustia del dolor. 
Pero ¡hay! solo un grito de agonía, 
Ronco, apagado, de su labio exhala... 
Tambien herido está; la misma bala 
Su pecho atravesó y el del corcel. 
Alzase y cae: se doblan sus rodillas 
Y el suelo toca con su frente helada... 
Su amigo vá á mor:r!... nadie se apiada!... 
No le puede salvar! destino cruel!... 
Y entonces arrastrándose, clavando 
Sus uñas en la tierra, de la herida 
Sangre virtiendo sin cesar, perdida 
La fuerza de su indómito valor; 
Llorando con el alma desgarrada, 
Postrado por la fiebre del delirio, 
Páso á páso apurando su martirio 
Llega junto al objeto de su amor. 
Le besa, le acaricia, le dedica 
Su pensamiento entero, hasta su vida, 
Y cubre con su cuerpo la ancha herida 
De su amado y magnifico alazán; 
Y el leal caballo que comprende acaso 
La abnegación sublime de su amo, 
En silencio le mira;... “¡cuanto te amo!” 
Parece que le dice con afán. 
Y así pasa un instante: de repente 
Se estrechan más y más el uno al otro: 
La mirada del gaucho y la del potro 
Se enturbian y se apagan á la par. 
Escuchase un solloso comprimido 
Que el viento lleva en sus ligeras alas... 
Luego... suena el cañón, silban las balas 
Y la bandera ondea sin cesar. 
Martin Coronado. 
  
CALANDRIA Y MAZACOTE 
(Recuerdos de Entre Rios) 
——P o 
En un recodo de cierto arroyo, cu- 
yo nombre ignoro—unv de tantos pin- 
torescos como hay en mi tierra, que se 
enruscan y se estiran como inmensas 
vVíbcras plateadas, para ¿legar, »siultan- 
dv de cuchilla en cuchilla y de ladera 
en ladera, bajo la arcada sombría de 
las montes seculares, donde se expan- 
den y se ensanchan edmo gozosos de 
haber escapado al sol del llano-—en 
un paraje llamado el Paso del Moli- 
no, existía en 1875 uns pobre pnlpe- 
tía, paradero obligado de todos los 
que excursionaban al pueblo vecino. 
Allí conocí yo, en e:e entonces, al 
célebre “Calandria?>—Servand: Car- 
d.so—el último gaucho peleador que 
reeniTiera aquella comarca inclvidable 
que baña el Uruguay. 
Varios muchachos andariegos alcan- 
zamos cierto día, de ¡aso, la lejana 
pulpería, y allí topamos con el que era 
terror de policías y héroe famoso de 
cuanta aventura novelesca forjara la 
mente popular, hecha ya á considerar- 
lo como expresión genuina de todas 
las deventuras que afligían» por esa fe- 
cha á aquella tierra de Entre Rí»s, tan 
bella como injustamente desgra“iada. 
Estaba sentado en un banco de ma- 
dera, colocado no lejos de la puerta, 
  
  
A
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.