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¡cuánto no sois parecidas
á las flores que amé yo!
Flores que en mi alma nacieron
en mis horas de bonanza,
¡yo las llamaba esperanza
y el tiempo las marchitó.
Modestas como vosotras,
puras violetas,; nacieron
pero pronto se perdieren
un la bruma del dolor.
No tenían otro riego
que el de mi continuo llanto,
ni otro sol que el fuego santo
del mas inocente amor.
Hermosas sobre su tallo
en el aura se mecían:
pero al par que ellas crecían
también su pena aumentó:
Y llorando acongojadas
su desventurada suerte,